Hablillas

El visitante loco

El pasado miércoles la calle Real fue la zona de juego preferida por el levante. Bien temprano empezó a travesear.

Publicado: 04/04/2021 ·
21:59
· Actualizado: 04/04/2021 · 21:59
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Esta Semana Santa nos ha acercado un poco a la normalidad. Ha sido como saborear el caramelo del penitente con las ganas de siempre, sin embargo ante la situación que vivimos, nos ha conformado pensar que las procesiones no habrían podido pisar la calle, habiendo tenido que contemplar a las imágenes titulares en sus iglesias debido al temporal, lógico por otra parte al comienzo de la estación. Es una locura jaquecosa y transitoria, la otra alteración primaveral, aunque también la sufrimos en otoño. En cuanto a las visitas a los templos ha sido escalonada, respetando el aforo, con el incienso nervioso por las coladuras del levante. Sus ráfagas han dejado detalles curiosos más allá de los papeles convertidos en mariposas, muebles de terrazas desarmados o el vuelo desacostumbrado de un barreño de plástico.

El pasado miércoles la calle Real fue la zona de juego preferida por el levante. Bien temprano empezó a travesear. Tenía muy vistos los cogotes y las melenas erguidas cual peinetas. Por eso prefirió pasar el rato empujando una caseta de mascotas, esas que se pliegan con un par de dobleces y se elevan con un soplido por lo finas. En verano se las ve retozonas por la playa, seduciendo a su perro morador a seguirla hasta engancharla en la boca, colgando como un lienzo almidonado. El viento que nos mareó el miércoles empezaría a moverla, cosquilleándola, haciéndola temblar antes de empujarla por la terraza o la azotea donde estuviera, hasta raptarla para echarla a volar convertida en barrilete anuro. Al tocar tierra no se desmembró. El viento la deslizaba sin esfuerzo arrastrándola de un lado a otro de la calle como si fuera un balón. Ni se sabe el tiempo que pasaron juntos. Solo se apreciaba su buen estado y unos cuantos churretes oscuros, iguales a los de los niños cuando jugaban con tierra. Cierto, estas tiendas son muy livianas, una gasa ligera cuyo verde chillón cubre un esqueleto tan fino como la cubierta, razón para que no opusiera resistencia a ser levantada y hacer acrobacias. Y siguieron jugando al gato y al ratón por la calle Real arriba, hacia la plaza del Rey. Mejor ignorar dónde acabó, aunque todos lo sepamos.

Este momento se habrá olvidado en cuanto pase esta página, porque es una de tantas anécdotas vividas esta semana junto a las habituales causadas por el viento, pero tan simpática y sorprendente como paradójica. Quizás el levante echaba de menos levantar las faldas y deshacer moños. En cualquier caso, ha sido una Semana Santa agradable que nuestro visitante loco no ha querido perderse, tal vez encubriendo la intención de espantar al virus.

Ánimo. Lo vamos logrando.

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