La ballena

Publicado: 16/08/2020
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Por aquellos años setenta, las ballenas aparecían mucho más en las charlas de las abuelas que en las gacetillas de los periódicos.
Agosto empezó con su andadura entre sofocos caniculares, noticias muy preocupantes y el cadáver que titula la hablilla en una playa de Doñana. Rebuscando por la Web podemos comprobar que hace varios años aparecen en esta zona para expirar. La mente se dispara pensando en este último viaje, como contaba Ian Cameron en su novela La isla del fin del mundo, el lugar donde las ballenas iban a morir, situado tras los hielos del norte. Al fondo de un precipicio se amontonaban los cadáveres de estos cetáceos, convirtiéndose en el sustento de la tribu de hombres rubios que allí habitaba. Después fue llevada al cine, conservando el misterio y la intriga del género literario de aventuras, que muchos de nosotros disfrutamos formando parte de un programa doble veraniego en el recordado cine Almirante.

Por aquellos años setenta, las ballenas aparecían mucho más en las charlas de las abuelas que en las gacetillas de los periódicos. Como se trataba de un suceso puntual, su rareza lo volvía misterioso y aciago. El caso se recordaba cuando la noticia era transmitida por las ondas o impresa y así llegó a formar parte del imaginario, de la memoria familiar que lo unía a la mala suerte.

Solo pensar en el tamaño del animal da escalofríos, pero verlo físicamente debe de resultar impactante. En ese momento, hasta el pensamiento se bloquea. En las fotos, sin embargo, tomamos distancia mientras vemos el reportaje, buscamos información para contrastar deteniéndonos en el primer plano mostrando un ojo sin brillo, vacío, como los de los nuestros al dejar la vida. Por el silencio que sigue aparecen más fotos y debajo de ellas los pulgares, varias docenas de emoticonos tristes o enfadados y los comentarios en los casilleros, sensatos unos, kilométricos otros, sentidos muchos y un buen número totalmente descabellados, como es lógico en las redes sociales. Nuestra mente inquieta toma otro derrotero, da un salto enorme que gira a la vez, como los acróbatas, rescatando la imagen del museo Guggenheim. Edificado a orillas de la ría de Bilbao, unos dicen que representa un barco varado, mientras otros lo vemos como un titán vencido.       

Esta ballena, titánica ella, también ha sido vencida, aunque no se sepa la causa, pero la contaminación, el cambio climático y tantas irregularidades están debilitando hasta arruinar el medio donde vive y debe de morir por su propia ley natural. Por último, anotar que a ésta con la anterior varada en Chipiona, las separan cuatro meses. La próxima será vencida, además, por la crisis del Barça.

             

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