Hablillas

Plataformas

 Un vistazo a lomos de ratón nos permite apreciar las propuestas como en una antigua cartelera de cine.

Publicado: 04/05/2020 ·
01:54
· Actualizado: 04/05/2020 · 01:54
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Nacieron para el trabajo colaborativo, mediante la interacción de los usuarios y los sistemas virtuales. Es la definición coincidente en las entradas consultadas en Internet, si bien Zoom es de la más utilizada en estas últimas semanas. A partir de las videoconferencias, el teletrabajo -palabra que ha perdido el subrayado rojo en la pantalla- y las reuniones virtuales, la plataforma ha elevado considerablemente el número de usuarios. Dejando a un lado la discutida seguridad y las cifras, ha sido la distracción y la salvación de aquellos que, por distintas razones, les ha costado y les cuesta el confinamiento más que a otros. En cualquier caso, ha estado ahí y lo utilizamos y aprovechamos para asistir a clase, para reunirnos en grupo y para disfrutar de algún concierto o recital de otra manera, que dadas las circunstancias es mucho y bueno.

 Un vistazo a lomos de ratón nos permite apreciar las propuestas como en una antigua cartelera de cine. Elegimos, nos inscribimos y a esperar el enlace en el correo un rato antes de la cita. Es una opción que aporta un interés a la jornada, un matiz al color que particularmente tenga el ánimo, un pellico suave que siente con agrado la rutina. Ante la pantalla conectamos con el hablante, con los participantes o simplemente entramos en la sala virtual que nos traslada sin movernos de la nuestra. Hace poco pudimos participar de un recital poético donde la complicidad surgió nada más terminar la presentación.

A pesar de que faltaban las miradas y los suspiros del público, la magia se dio en cuanto comenzaron las lecturas, olvidándonos del lugar y la distancia, del sonido ligeramente distorsionado a veces y un fondo de pantalla revoltoso. Los poemas fueron leídos con el apasionamiento que solo puede aportarles el autor. La rima apenas se oyó, sin embargo el ritmo y la musicalidad jugaron con el lenguaje aliterando los versos, utilizando la repetición como en su momento la razonó Gertude Stein, dejando muestra de la imaginación, la disciplina y la destreza al trabajarlos siguiendo los preceptos de Raymond Qneneau.

La prosa poética también estuvo presente, con el rigor, la hondura y el lirismo en dosis justas, e incluso la improvisación tuvo su momento, con ese punto de cordura tan encantador. Una velada breve, intensa e inolvidable. Los espectadores agradecemos estas iniciativas culturales, valorando cada vez más el talento de estas mentes inquietas que no dudan en regalarnos su tiempo y su trabajo. Diego Mattaruco, Olaia Pozos, Gonzalo Escarpa, Ana Rosseti, Nuria Gómez de la Cal, Miguel Espigado, Pablo Medel y Ana Jimena Sánchez, una suerte poder contar con vosotros.

 Ánimo, ya queda menos.

 

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