Hablillas

Semana Santa

En la azotea se libera la realidad, por eso aquí, este año, echamos de menos el olor del clavo, porque el del azahar se nos ha colado con la lluvia.

Publicado: 06/04/2020 ·
17:18
· Actualizado: 06/04/2020 · 17:18
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Vivirla, sin duda, va a costar más trabajo, porque este año los tambores redoblarán en el corazón y las saetas serán suspiros lanzados a la noche. Los teléfonos han recogido la vivencia de la Semana Santa, desde la más desgarradora a la vivida en casa con tanto optimismo que hemos sonreído. Son momentos agradecidos, igual que el compartido al dar las ocho de la tarde, momento en que se confunden las palmas con las campanadas del reloj. Luego vienen los versículos y el coro de una terraza a otra, como en el antiguo teatro griego. Resulta emocionante oír e intuir al corifeo, con sudadera en vez de clámide y zapatillas deportivas en lugar de coturnos. De cualquier forma, es el único rato en que extraviamos el confinamiento, aunque continuemos en él, que oímos voces lejanas con claridad, que los saludos se exageran delante de una sonrisa, que cuando pasa la patrulla se acalla La Isla.

La azotea, en cambio, se visita más. Los mayores toman un refresco si el tiempo lo permite, mientras los más pequeños juguetean un rato. Ahora se valora más este espacio que corona la casa, que tiene todo el calor en verano y el frío en invierno, el que sanea la ropa y el pensamiento mientras vuelan. Es un lugar particular donde las estaciones llegan antes de tiempo chivateadas por el levante. Este año se ha apreciado más que nunca, disfrutando del resplandor matinal mientras las preguntas, las respuestas y las reflexiones no han dejado de planear como un ave invisible.

Desde aquí contemplamos cómo las hojas de los ficus verdean con fuerza, protegiendo los nidos de los pájaros, mientras las gaviotas gañen al faltarles las migas del recreo. En la azotea se libera la realidad, por eso aquí, este año, echamos de menos el olor del clavo, porque el del azahar se nos ha colado con la lluvia. Este año no volará con el incienso, ni veremos los cartuchos de papel blanco asomando por el bolsillo la chaqueta, distrayendo los parones del Domingo de Ramos. Menos mal que los recuerdos vuelven y nos rescatan de la tristeza dulce de cuando fuimos niños. Etapas que la memoria selecciona y nosotros idealizamos. Es hermoso poderlos contar y contemplar cuánto transmiten.

Así será nuestra Semana Santa este año, con los tambores redoblando en el corazón, las saetas improvisadas y las oraciones calladas por tantas mujeres y hombres en la persona de Simon de Cirene. Ánimo y a por la cuarta.

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