Hablillas

Ochenta años

Una película mastodóntica pero ágil, dice uno de los muchos artículos que se han escrito con motivo del aniversario, y el firmante tiene toda la razón.

Publicado: 16/12/2019 ·
02:30
· Actualizado: 16/12/2019 · 02:30
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Un montón de vida en recorrido, porque la hablilla de hoy vuelve a la sala de proyección, un lugar recoleto donde la inmortalidad es posible. Son los años que cumple una cinta con el éxito asegurado antes de su estreno, cuyo rodaje comenzó con la escena destructiva de un incendio y sin actriz principal.           

Mientras las llamas devoraban el decorado, una joven y atrevida Vivien Leigh se presentaba al director como Escarlata O’hara. Lo vimos en la serie sobre su vida y a pesar de sus inicios en el teatro, es esta película la que llevó sobre los hombros hasta cerrar los ojos para siempre a los cincuenta y cuatro años. Lo que el viento se llevó formó parte del cine clásico nada más estrenarse. Anécdotas y chistes los encontramos de la mano del ratón, sin embargo no siempre se reconoce debidamente la obra inspiradora que, dicho sea de paso, ha sido una de las mejores adaptaciones llevadas a la gran pantalla junto a El nombre de la rosa.

 De todos los comentarios recogidos, sobresale el de la lectora que tardó un año en acabarla porque volvía continuamente atrás para no llegar al final. No quería dejar de admirar la dulzura de Melania, la ingenuidad de Prissy, la conformidad de Ashley, el cariño de Mami, la sumisión de la señora O’Hara y el autoritarismo sin abusos de su marido, la envidia venenosa de las más jóvenes, la apostura de Rhett Butler y el talante soberbio de Escarlata, el cabo que le tendió la vida para agarrarse y salir de la hambruna y la calamidad.  

 Una película mastodóntica pero ágil, dice uno de los muchos artículos que se han escrito con motivo del aniversario, y el firmante tiene toda la razón. Ni las posaderas se duermen con las cuatro horas de sillón, ni se hace reiterativo el tema de la guerra, porque encuentra el equilibrio en las escenas conmovedoras, como la de los heridos en la estación por su crudeza, las enaguas crujientes de Mamita por su ternura, el desmayo de Escartala y la sensualidad del hombro al descubierto, una lista interminable de detalles, porque descubrimos otros cuanto más la visionamos. Probablemente la pasen de nuevo en estas fechas, si no algún nostálgico la recuperará para ofrecerle un trozo de recuerdo, sin distancia ni hueco. Será un regalo compartido con cuantos la hacemos eterna, junto a cintas como El mago de Oz, Niebla en el pasado, la Sra. Minniver, Qué fue de baby Jane o La bella y la bestia.

Ocho decenios de una película que se disfruta siempre. Ochenta y tres años de una publicación memorable por donde se abra. Margaret Mitchel murió sin saberlo. Probablemente.

 

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