Hablillas

El diccionario

Echando la vista atrás, era éste el primer libro que llegaba a una casa de familia.

Publicado: 31/03/2019 ·
23:30
· Actualizado: 31/03/2019 · 23:30
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Estas líneas se escribieron a partir del doodle que recordó a María Moliner el pasado sábado. Aunque su significado sea garabateo, lo cierto es que resulta muy parecido a una caricatura amable y emotiva en este caso, ya que aparece con su máquina de escribir, rodeada de palabras y hojas anotadas a lápiz. Así elaboró el diccionario que hemos utilizado hasta que la RAE colgó el suyo en la Web.

Durante los ochenta y un años que vivió conoció prácticamente todo, ya que a los catorce años empezó a dar clases para ayudar en la economía familiar. Utilizaría muchos adelantos, incluso la máquina de escribir eléctrica, pero para el ZX Spectrum, padre del portátil, le faltó un año. En cualquier caso, María Moliner fue una mujer adelantada a su época, por haber estudiado una carrera y por su progresión y proyección profesional. Si hubiera podido utilizar un ordenador personal por rudimentario que fuera, lo habría disfrutado más que trabajado y si hubiera visto el garabato que el buscador Web le ha dedicado, sin dudarlo se habría sentido muy identificada y habría reído con esas carcajadas en las que se mezcla la sorpresa y la emoción, tan distintas a las del humor. Por otro lado, habría llegado a comprender que la prisa y la inmediatez privara a usuario del tacto y el contacto con su diccionario.

Echando la vista atrás, era éste el primer libro que llegaba a una casa de familia. Desde pequeños lo hemos visto por tomos, enciclopédicos ellos, cuyas páginas finales se dedicaban a los animales, las plantas, los mapas y las banderas. Las tardes lluviosas se llenaban de suspiros al pasar las páginas, muy despacio para no estropearlas. Luego apareció el Casares y después se reeditó el Moliner, dos tomos que se encuentran en los estantes de quienes aman y trabajan el lenguaje con respeto y admiración.

Los míos se trasladaron a la mesa, a la distancia justa para ser alcanzados con diligencia y facilidad. Los cantos han perdido el blanco hasta el punto de volverse color cirio, crema, marfil, vainilla, nube, grano de arena, perla o champán, una gama muy variada y extensa para un color que no lo es, que más parecen sinónimos del tono crudo de toda la vida, que es el matiz que toma por lo que ofrece, vocabulario. El tiempo y la experiencia lo perfuman con un punto agrio que enloquece con dulzura a cuantos lo disfrutamos en la actualidad cuando dejamos la prisa a un lado para dedicarle una sonrisa de complicidad, recordándole que es el libro más plagiado del mundo. Conclusión de más de un erudito.

 

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