Hablillas

Cuarenta y seis

Dedicada a la literatura infantil, los niños han sido los protagonistas de los talleres, enfocados al entretenimiento desde la motivación a la lectura.

Publicado: 18/06/2018 ·
00:59
· Actualizado: 18/06/2018 · 02:20
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Este lunes despierta con el desmontaje de las casetas donde una vez más han reposado los libros de nuestra feria. Son ya cuarenta y seis los años que cumple a hombros de gigantes, como diría Newton, flanqueada por la voluntad y el tesón de los libreros, con el respaldo del Ayuntamiento. En esta ocasión ha sido más activa y participativa. Dedicada a la literatura infantil, los niños han sido los protagonistas de los talleres, enfocados al entretenimiento desde la motivación a la lectura. Los escritores locales que han publicado sus obras a lo largo de este año, también han gozado de su momento, de su tarde para firmarlas. Siempre ha sido así, cierto, pero al echar un vistazo al programa hemos visto sus nombres a diario, dueños de sesenta minutos vespertinos y esto es un dato importante, ya que la feria, como todo, ha pasado por una etapa baja de la que parece estar saliendo, afortunadamente.

La carpa ha estado muy concurrida durante los actos celebrados. Las presentaciones de libros, la tertulia Río Arillo, la tertulia Rayuela y las lecturas propias a cargo de los autores, han conformado las cuatro esquinas de este receptáculo blanco con aires de sala, donde se colaba el sol de la tarde regalando su luz como un girón sobre el libro que se erguía sobre la mesa. Alicia, sin abandonar su país de las maravillas, daba la bienvenida invitando al reencuentro y al rebusco, echando de menos aquel cestillo celestón donde el desorden de los libros era una tentación, libros cuyo papel gastado esparcía ese olor a agrio tan especial y embriagador que llegaba a enloquecer, porque ni el aire libre que jugaba en la Alameda se lo llevaba. 

Ha sido grato ver a los niños participando sin alborotar más de lo normal,  ver el alma de los autores en sus caras mientras charlaban con quienes tenían un ejemplar de su autoría en la mano, observar al lector que no tenía prisa por decidirse por un título, volver, en suma, a disfrutar de la feria del libro, aunque los años cumplidos la hayan encogido haciéndola coqueta, a comprobar que las ganas de trabajar mordisquean las ilusiones para hacerlas realidad. 

Esta cuarenta y seis edición ha coincidido con la ruta gastronómica isleña y el campeonato mundial de fútbol. Si la primera la acompañó, el segundo ralentizó las visitas. Pese a ello, recuperó el tono para despedirse con el abrazo cálido del buen tiempo, más deseado que nunca. La luna creciente sonreía.  

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