Lectura y vacaciones

Publicado: 19/03/2018
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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Leer es vivir intensamente, descubrir un mundo paralelo al real en el que refugiarse.
La Semana Santa y los libros forman un grupo consolidado e indisoluble. En estos días se termina de perfilar el plan de descanso y desconexión con un viaje breve y varias páginas con títulos en el e-book. Tras el paréntesis, tras estos días de meditación para pocos y de vacaciones para todos, la mirada espera emocionada el paso del mes que la lleva a descansar en el veintitrés de abril, día en que la primavera empieza a llenarse de conjuntos de hojas de papel que al estar encuadernadas forman un volumen. 

Por mucho que apriete la jornada siempre hay procurarse un rato propio donde encontrar el equilibrio, donde resetearse, llenándolo con aquello que nos aporte distracción y tranquilidad. La lectura es una buena opción. El mercado ofrece una variada y numerosa selección a fin de satisfacer todos los gustos. Si realizáramos un espulgo tras haberlo leído todo -imposible- serían muy pocos los libros en los que encontraríamos literatura, lo que realmente deleita a quienes además sueñan con dar luz a lo que guardan anotándolo, dándole forma en un papel, esperando vencer algún día el pudor y comunicar.

Escribir es una locura sana que empieza cuando una idea vuela como una brisa suave que acaricia las manos, la cara y los ojos del escritor, el loco que percibe su presencia, que no la ve porque está desnuda. La seduce para que no escape ofreciéndole vestidos de tinta, el elixir que la atrapa para convertirla en palabras, mezclarlas y dotarlas de la fuerza necesaria para que un lector se enrede, en esta urdimbre sin tener en cuenta el tiempo.

Leer es vivir intensamente, descubrir un mundo paralelo al real en el que refugiarse. Un mundo donde puede ocurrir cualquier cosa, donde cualquier detalle se sublima, donde se vive con la nostalgia sin que el llanto la empañe, donde se puede gozar y sufrir, morir y resucitar, donde se puede vivir lo que se quedó extraviado, lo que nunca se imaginó. 

Este espacio vacacional no se cierra sino que la ilusión dulcifica el esfuerzo humano que culmina en el verano, con un mes para desconectar y disfrutar, para llenar el hueco silencioso que se abre tras la siesta con la lectura, un ejercicio que no cansa, sino que descansa.
 

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