Seis mil caras

Publicado: 07/11/2015
No cabe duda de que esos renglones han proporcionado la compañía muda de la lectura breve y no tanto, del diálogo escrito, pero sobre todo ha facilitado la información desde la amistad, aunque sea virtual.
Comenzó esta semana con el gris plomizo de las nubes que el levante empujó hasta reventarlas. La lluvia cayó bruscamente sobre el día más triste del año, impidiendo o intentando impedir el paseo hasta el cementerio, propiciando el recogimiento en casa del cuerpo y el alma. No se vio movimiento, poca entrada y salida de la iglesia, a la que se le echó en falta el toque de campana. Cuánto hace que no doblan en este día. No se recuerdan ya esos tres golpes de badajo. Están extraviados en las mentes que empiezan a desmemoriar, que tienen lagunas que llenan con retazos confundidos. Los tres golpes se perdieron, desaparecieron por las calles de La Isla buscando los esteros azuzados por el poniente. Parece que se los tragó el fango tras enredarse en la sapina. Desde entonces esperan ser rescatados por los curiosos, por aquellos que gustan de estos detalles por tristes que sean. Estos curiosos hoy comparten esta pasión, la pasión por los recuerdos, en las redes sociales, dejando constancia de ello en el libro, quizás, más consultado, visitado. Facebook tendió su red y nos atrapó a casi todos. Al principio hubo que descubrirlo, entenderlo y cuando lo hicimos lo adaptamos a nuestro tiempo, a esos ratos en los que, por ejemplo, nos gusta ver y compartir lo que anotamos, los detalles que llegaron a nosotros por nuestros mayores, detalles que imaginamos a nuestra manera porque casi todos éramos chicos cuando los escuchamos, detalles, muchos de ellos, que descubrimos en las fotos antiguas. Resulta casi mágico poderlas ver con tanta claridad, apreciar el tono sepia del instante que captaron, ver la historia que cuentan, los detalles que aportan, pero por encima de todo está el hecho de compartirlas por los comentarios tan enriquecedores que surgen. Se pensará que nada hay como la conversación y es cierto, pero cuando no es posible por razones de tiempo, espacio y distancia esta relación epistolar renglonera resulta atractiva, agradable, distraída y constructiva. Y lo escribe y firma quien con miedo tecleaba, borraba, volvía a teclear y dudaba lo indecible hasta poner en cursor en “publicar”. No cabe duda de que esos renglones han proporcionado la compañía muda de la lectura breve y no tanto, del diálogo escrito, pero sobre todo ha facilitado la información desde la amistad, aunque sea virtual. Cierto que hay deformaciones y siempre las habrá, pero no desviarán el objetivo de esta hablilla, porque en el día más triste y lluvioso de lo que llevamos de año hubo un fogonazo que sorprendió a cuantos participamos de este invento. El Grupo Patrimonio, grupo que se inició en La Isla, ha alcanzado los seis mil seguidores en Facebook. Seis mil caras que habrán escrito su nombre en el buscador, que habrán revisado, leído, contestado y contrastado los comentarios, seis mil caras que habrán buscado en la pantalla el puño con el pulgar hacia arriba para, una vez posicionado, pulsar suavemente el lomo del ratón con el dedo índice para que aparezca “me gusta”. Y en este día, el de los difuntos. Parece que el destino ha querido que la vida que da la muerte también se extienda a plano virtual, casualmente. Quién iba a pensar que la coletilla de la rana verde de los Smacks se fuera a convertir en signo caricaturizado y universal.
Enhorabuena, gente, como escribe y saluda Alejandro Díaz.

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