Enfilamos la rutina con la alegría que aún brilla por La Isla. El buen tiempo y las ganas de festejar se han unido para que estos días entrañables no se nos vayan con rapidez. Los saboreamos recordando los pasacalles, las zambombas, los espectáculos, las visitas y la colaboración de todos para acabar con la cabalgata y los regalos de los Reyes Magos. Sorprende que este año el juguete estrella haya sido el Tamagochi, aquel huevo donde se gestó la virtualidad partiendo de la digitalización, una pantalla minúscula que enganchó a niños y a adultos. Los noventa no han quedado tan atrás como se pensaba, porque entre los reportajes radiofónicos que ilustraron las noticias del día seis hablaron dos pequeños de sus mascotas virtuales y su compromiso a alimentarlas y a cuidarlas.
De alguna manera, hay una vuelta a lo antiguo,conseguir aquello que ya no existe al precio solicitado por el propietario, como en una almoneda. Ocurre con la ropa. En las tiendas de segunda manose encuentran diseños que pueden costar cuatro y cinco veces más que su precio inicial. O los vinilos, cuya venta ha rescatado al casi extinguido tocadiscos haciéndolo girar de nuevo. Y qué decir de aquella bola loca, el yoyó o la peonza, que han vuelto en verano de forma circunstancial agotándose a los pocos días, como este Tamagochi. Una vez más comprobamos lo cíclicas e inexplicables que pueden llegar a ser las antigüedades, lo vintage, como se dice ahora y suena más cool, atractivo.
La pregunta es cuánto tiempo tardará en salir la aplicación para el móvil o el juego para el pc. Debido a la demanda que ha dejado sin el juguete a un montón de niños, no se hará esperar y entonces surgirá la duda por la preferencia. En este renglón asoma la viñeta impresa hace años en este mismo periódico donde una abuela tejía un jersey con fruición, sólo que había cambiado las agujas por un mando. La lectura entonces estaba enfocada a las máquinas y al terreno que iban ganando, una metáfora donde se mostraba la forma de acabar con lo artesanal, en este caso. Lo del Tamagochi, en cambio, es una mirada, un no perder de vista la responsabilidad y el cuidado de este ser virtual que también puede morir. Hace veinte años en la pantalla aparecía una tumba y florecillas, con la culpa del pequeño cuidador durante varios días. Hoy quizás sea más fácil digerir esta pérdida, hay muchos juegos con etapas por pasar, sin embargo alguna mirada descansará en ese huevo sobre el estante.
Empezamos otro año con el cansancio propio y agradable de estos días, con las pilas cargadas para subir la inevitable cuesta de enero. Pues ánimo y para arriba, que el brillo de la Isla aún empuja.
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