La Taberna de los Sabios

Por dios, que no entre, que no vuelva

Que no venga, que no regrese, por favor. Nos pilla agotados y, a nuestros gobiernos, con deudas y déficit.

Publicado: 11/09/2019 ·
09:25
· Actualizado: 11/09/2019 · 09:25
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Dios no lo quiera, no. Que no venga, que no entre. Felipe González, en una entrevista en El País, afirmaba que nuestra sociedad no soportaría otra crisis. Y tiene razón. Por eso, que no venga, que no regrese, si es que alguna vez llegó a irse del todo. Tobias Buck, periodista inglés que vino a España a narrar la crisis, ha escrito un libro “After the Fall” en el que narra nuestro dolor en aquellos años duros. El autor, en una entrevista a El Confidencial, afirma, también con razón, que la crisis hizo que despertáramos del sueño en el que habíamos vivido desde la transición y que todo lo pusiéramos en duda, instituciones y partidos políticos incluidos. Rajoy gestionó bien en lo financiero y económico, pero careció, por completo, de empatía con el dolor y sufrimiento. No supo insuflar esperanza ni, mucho menos, confianza. La crisis nos legó, también, un nuevo escenario político. Moría el tradicional bipartidismo para dar lugar a un multipartidismo que vuelve a reproducir todos los pecados patrios. La nueva política, sencillamente, no fue.Todo cambió para que todo siguiera igual, al modo de Lampedusa. Y, aquella maldita crisis también nos dejó embarramos en un procés malhadado y sedicioso que aún nos divide y atormenta.

Y, de nuevo, el espanto asoma su reflejo oscuro en los espejos delatores de índices y economía. Alemania, Italia y Reino Unido ya están en recesión y ya sabemos aquello de las barbas del vecino. La crisis también nos enseñó a desconfiar de las palabras de los gobiernos de turno. Por eso, cuando el nuestro afirma que todo va bien, temblamos de miedo. Hemos conocido su programa de investidura y, aunque desde Tierno Galván ya sabemos que los programas se hacen para no cumplirse, esas medidas no harían sino alimentar a la bestia que nos amenaza y que nuestros responsables parecen no ver o, más grave aún, no querer ver.

Que no venga, que no regrese. Pero nosotros, paradójicamente, la llamamos, la retamos, con nuestras inestabilidades y desconciertos. A nuestra inveterada incapacidad de pactar – negociar es perder para los halcones de los partidos – se une el engendro autonómico que hace que las matemáticas sean distintas entre Burgos y La Rioja, que las cartillas sanitarias impidan la atención sanitaria o la compra de medicinas en alguna de las autonomías distintas a la propia, o que a un funcionario de Almería le resulte más fácil trasladarse a Bruselas que a Murcia. Y eso ya sin meternos en exigencias de lenguas y demás. Al modo del Brexit o de Trump, ponemos muros que nos dificultan la existencia. Hace ya tiempo que el monstruo autonómico dejó de trabajar para nosotros para que, ahora, seamos nosotros los que tengamos que deslomarnos para alimentar su apetito insaciable.

Que no venga, que no regrese, por favor. Nos pilla agotados y, a nuestros gobiernos, con deudas y déficit. Que pase de largo, por favor, que el huracán no llegue a tierra. ¿Cómo reaccionaríamos ante una nueva crisis? ¿Qué haríamos, a quién votaríamos si el paro, la ruina y la desesperanza vuelven a morder nuestras entrañas? Nadie lo sabe. Pero nuestra reacción sería furibunda. Debemos temernos a nosotros mismos, porque tenemos mal carácter, como la historia nos demuestra con sus avatares.

Por eso, por Dios, que no entre, que no vuelva.

 

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