La Taberna de los Sabios

Agosto, la vendimia y el sembrador de sueños

Regrese en septiembre con la simiente de sus sueños ya preparada, lista para sembrar con las primeras aguas de la otoñada

Publicado: 31/07/2019 ·
17:03
· Actualizado: 31/07/2019 · 17:03
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Toca despedirnos. Durante un curso más hemos compartido esta taberna de curiosos e inquietos. Agosto llama a nuestras puertas con su promesa de vacaciones, con su somnolencia de siesta y mosca, con su bullicio de verbenas de pueblo de la abuela o con el viaje excitante por esos mundos de dios, que cada cual sabrá organizar su casa, sus gustos y sus posibilidades.

Y regresaremos en septiembre, en meses de vendimia y de verdeo, cuando las uvas fermentan y las aceitunas se entaman. Nuevo curso, nueva temporada. Muchos somos los que seguimos un biorritmo agrícola o escolar, que lo mismo viene a ser, porque consideramos que el curso, los sueños y los anhelos, comienzan en septiembre y terminan con las vacaciones de verano. Agosto es la frontera entre el curso anterior y el inicio del nuevo, el momento del ocio, de la parada. También, para los más sabios – ojalá pudiéramos encontrarnos entre ellos – de la reflexión, del balance del curso anterior y de la determinación de los nuevos objetivos, metas y retos.

En la playa o en la montaña, en el pueblo o en la ciudad, en el coche o en el avión, descansemos, divirtámonos en lo posible, pero, también, por favor, reflexionemos. Al nuevo curso debemos entrar con las tareas de verano ya hechas y, entre ellas, sin duda, una de las más importantes es el balance y la propuesta. Balance para estimar el grado de cumplimiento de nuestros objetivos para la campaña anterior; propuesta de metas y sueños a conseguir en la campaña que comienza en septiembre. Y no es tarea fácil. La mayoría de nosotros no nos planteamos ni metas ni objetivos, ni, mucho menos aún, nos cuestionamos sobre nuestro porqué ni sobre nuestro para qué. Y a quién no sabe adónde quiere ir, ningún viento le conviene, que repetían, sabios, los marineros antiguos del Mediterráneo.

Cerramos un curso en el que lo político ha continuado por la senda de inestabilidad que bien conocemos. Deshojamos la margarita de nuevas elecciones, mientras que el ciclo económico da evidentes muestras de agotamiento. Y, al igual que un mar cálido anticipa las furiosas gotas frías de otoño, quién sabe si Brexits, Guerras Comerciales, Deudas Públicas y Banco Centrales - dale que te pego con la maquinita de hacer billetes y de vulnerar la ley de la gravedad con tipos negativos- anticipan tormentas financieras que ya veremos cómo capeamos. El pasado curso hemos aprobado por los pelos nuestra asignatura económica, pero con peor nota que el anterior. Y si descendemos al nivel de nuestras propias haciendas, pues nos encontramos que de todo hay en la viña del señor, aunque son más los que habrán marchado algo mejor que los que hayan marchado algo peor.

Y mientras nosotros seguimos enredados con nuestras investiduras y enésimas elecciones, un mundo nuevo, el digital, nace con el vértigo de lo desconocido. Tenemos ante nosotros un continente que descubrir, que todo lo cambiará, que a todos nos condicionará. Afrontarlo debe ser, sin duda alguna, uno de los objetivos para el próximo curso. Cuando volvamos a encontrarnos en septiembre en esta taberna de poetas y de locos, debemos poseer un plan propio de desarrollo digital. No suena muy estimulante, ¿verdad? Pues eso es lo que hay porque eso es lo que marca el signo inextricable de los tiempos.

Disfrute agosto. Y, no lo olvide, regrese en septiembre con la simiente de sus sueños ya preparada, lista para sembrar con las primeras aguas de la otoñada.

 

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