La Taberna de los Sabios

Las manos rupestres de la última selva europea

En un paisaje virgen del Parque de los Alcornocales, en Cádiz, destaca, entre la inmensidad verde, el singular afloramiento arenisco de El Tajo de las Abejeras

Publicado: 12/12/2018 ·
09:12
· Actualizado: 12/12/2018 · 09:12
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Autor

Manuel Pimentel

El autor del blog, Manuel Pimentel, es editor y escritor. Ex ministro de Trabajo y Asuntos Sociales

La Taberna de los Sabios

En tiempos de vértigo, los sabios de la taberna apuran su copa porque saben que pese a todo, merece la pena vivir

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Unas simples manos dibujadas sobre la pared de cuevas y cavernas constituyen una de las muestras de arte más potentes y estremecedoras de todos los tiempos. De antigüedad remota, quizás cuarenta mil años y quién sabe si dibujada por neandertales, esas manos son un grito silencioso a la eternidad de una humanidad que llegó para quedarse. Estas muestras de arte rupestres son muy escasas. Y, uno de los escenarios más singulares donde se encuentran es en la cueva de las Estrellas. Y nosotros tuvimos la fortuna de estar allí para contemplarlas.

En la última selva de España, en un paisaje virgen del Parque Natural de los Alcornocales, en Cádiz, destaca, entre la inmensidad verde, el singular afloramiento arenisco de El Tajo de las Abejeras. En una de sus paredes verticales se alza, solemne, desafiando a los tiempos, la Cueva de las Estrellas.Seencuentra en el corazón de la finca de La Almoraima, la más extensa de España. En la actualidad esde titularidad pública, antes fue propiedad de RUMASA y de los Duques de Medinaceli, nombres sonoros todos ellos para una finca de leyenda. Un paraíso natural, en todo caso, tanto ayer como hoy.La casa-convento de La Almoraima fue fundada en 1603 y ahora convertida en hotel de ensueño, recomendadaa quien guste de la naturaleza y de los lugares cargados de vida e historia. Empleamos más de hora y media de carriles, entre alcornoques, quejigos y encinas, para llegar hasta las cercanías del yacimiento. Los ciervos, gamos y muflones nos acompañan en nuestra travesía, en la que advertimos entre las brumas Castellar Viejo, un pueblo-fortaleza bellísimo, encaramado en un cerro sobre el pantano del Guadarranque.

El espolón de El Tajo de las Abejeras, visible desde kilómetros de distancia, alberga pinturas que, durante muchos miles de años, tuvieron un hondo significado para las poblaciones de la prehistoria. Después de un prolongado olvido, su descubrimiento por Lotard Bergmann y Simón Blanco supuso un importante empujón al importantísimo, pero todavía desconocido, arte paleolítico del sur, que ahora investiga Diego Salvador, de la Universidad de Cádiz.

El Tajo de las Abejeras, tanto por su peculiar morfología y relieve, como por su dominio paisajístico, conforma un enorme retablo natural, una tentación escenográfica irresistible para la inquietud simbólica y espiritual de nuestros antepasados paleolíticos.La roca, el paisaje, la sensación de encontrarnos en un lugar especial, nos acompaña en nuestro rodeo de iniciación. Purificados, podemos entrar en la cueva sin temor a profanarla. El espeleólogo Antonio Luque nos ayuda en nuestro descenso. La cueva no es profunda y se abre por completo al paisaje. Nos sentimos bien, sobrevolando el mar de alcornoques y brezos que ondulan bajo nuestros pies y que orillan en la bahía de Algeciras y el Peñón de Gibraltar. Percibimos la importancia del lugar en el que nos encontramos, ornamentado por unas pinturas rupestres excepcionales. En primer lugar, las cinco manos en negativo, un grito personal y colectivo a la eternidad, como un autógrafo de especie en nuestros albores de conciencia simbólica. Las manos en negativoson pinturas muy antiguas y raras, pues apenas se localizan en una treintena de yacimientos en toda Europa. Esa mañana, gracias a la humedad del ambiente, pudimos apreciarlas con emocionante nitidez. Las manos se dibujan de manera paralela a ambos lados de la cueva, lo que evidencia un deseo de representación escenográfica, de decoración medida y compensada en armonía paleolítica. La antigüedad de las pinturas nos sumerge en los abismos de nuestro origen.Las composiciones de líneas, todas ellas en ocre, ambicionan el cubrir el techo por entero, siempre conun juego armónico y estético de equilibrios absorbentes. Se trata de composiciones intensas, de honda fuerza psíquica, con aspiración de totalidad, que nos embelesan e inquietan al tiempo. ¿Qué son? ¿Qué representan? Preguntas que quedan en el aire sin respuesta, sobrecogidas por el eco de su interrogante abierto a los tiempos.

Abandonamos con emoción la Cueva de las Estrellas y dejamos atrás el grito trascendente de unas manos que, hoy como ayer, continúan retando a los tiempos desde la última selva europea.

 

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