Ya puede anunciar una revolución fiscal, con bajada “masiva” de impuestos, la creación de más de 600.000 de puestos de trabajo, equiparación salarial del personal sanitario con el de otras comunidades, y lo que está aún por llegar, que el candidato del PP, Juan Manuel Moreno Bonilla, sigue sin levantar el vuelo. Por mucha promesa que lance, su efecto se apaga rápidamente como una bengala en el agitado panorama político andaluz. Moreno se ha convertido en la primera víctima de la alocada estrategia electoral que ha acometido su partido. Bien fruto de las ocurrencias de los “artistas” que han fichado como verdaderos gurús de la mercadotecnia política, bien por el afán de protagonismo como nuevo líder de Pablo Casado, lo cierto es que el malagueño aparece desdibujado, solo, formando parte de un coro de voces orquestado como buenamente pueden y percutiendo siempre en el flanco de la corrupción contra la socialista, Susana Diaz .
Incapaz de imponer su propio criterio, se deja llevar por el acoso y derribo a la Presidenta de la Junta, tal y como se ha comprobado con su comparecencia en la comisión de investigación del Senado, un chiringuito que funciona con normas propias impuestas por los populares en la Cámara Alta para tratar de contrarrestar el escándalo de la Gürtel. Cómo no será la cosa que ningún otro partido ha querido formar parte de este montaje dejando solos a los del PP. Sus intenciones son muy claras y ya han citado, además, a Chaves y a Griñan en plena contienda electoral andaluza y cuando aún no ha acabado el juicio de los ERE. Una forma obscena de tratar de perturbar la campaña, de utilización burda, en fin, de las instituciones para su provecho político. Aunque, tal vez suceda, en realidad, que Moreno, incluso, aplauda tan sucia maniobra ya que pensará que toda ayuda le vendrá bien a un candidato que, hasta ahora, no despega en las distintas encuestas conocidas.
De momento goza del cierre de filas impuesto en su partido pero es evidente que no genera entusiasmos entre los suyos. Los conflictos internos surgidos en distintas provincias se han medio resuelto sin una decidida intervención suya que haga ver su autoridad como presidente regional. Después del 2-D, si los resultados condenan de nuevo al PP a la oposición, ya se verá en qué queda su invisibilidad, su falta de peso para contrarrestar a un PSOE que gobierna en Andalucía desde hace más de 30 años. Una aplastante realidad que requiere para su combate de algo más que absurdas ideas como fue esa reedición de la fotito de la tortilla o el insulto puro y duro a través de las redes sociales escondiéndose tras las siglas de Nuevas Generaciones.
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