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De Alvín a Elvín. Una calle

La calle Elvín, transversal a Almendros Aguilar, junto al cantón que todavía nuestros mayores llaman “de la Ropavieja”, es un antiguo adarve o callejón...

Publicado: 18/04/2018 ·
22:49
· Actualizado: 18/04/2018 · 22:49
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Autor

Rafael Cámara

Rafael Cámara es presidente de la asociación Iuventa y comisario del programa de Viva Jaén 'Jaén Genuino'

Campillejos

Campillejos es un blog que trata sobre la actualidad cultural y patrimonial de Jaén y su provincia

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La calle Elvín, transversal a Almendros Aguilar, junto  al cantón que todavía nuestros mayores llaman “de la Ropavieja”, es un antiguo adarve o callejón sin salida que evidencia una forma de entender el urbanismo, heredada de nuestras primitivas ciudades hispanomusulmanas. El nombre de Elvín obedece según algunos estudiosos a la deformación del nombre original de "Alvín", el apellido de una de las familias que allí residió y que a tenor de ésos mismos autores se trataría de un linaje judeoconverso. En palabras de Luis Coronas Tejada: "La familia Albín era de clara ascendencia judía, pues en los primeros años de actuación de la Inquisición en esta ciudad hubo varios procesados y condenados con este apellido". El profesor Pedro A. Porras Arboledas opina que la presencia de conversos en este barrio de San Juan fue importante por su carácter marcadamente mercantil, pues no siempre aparecen en calidad de vecinos sino que en muchas ocasiones figuran como arrendatarios y propietarios de tiendas y obradores. Aclarados los valores inmateriales que encierra la calle Elvín, entro ahora a valorar su tipismo. Una calle bella, con un jardín escalonado en su parte final, que le dio siempre un sabor peculiar, propio de la identidad jaenesa y andaluza. Con el I Plan Urban se compró el jardín y la casa que allí había. Poco después, a propuesta de la Asociación IUVENTA, el Ayuntamiento proyectó un Centro de Interpretación de las Tres Culturas (la propia historia del barrio y la calle lo sustentaban), que iba acompañado de un Planetario, idea esta última que confieso nunca me terminó de convencer. Nuevo gobierno municipal y nuevo proyecto. En esa ocasión una Almazara-Escaparate, que pusiera en valor la capitalidad mundial del Aceite de Oliva. Confieso que me gustaba más la otra idea pero, como dice el refrán, “para gustos, colores”. El caso es que el tiempo ha pasado, muchos años ya y, al final, no tenemos ni lo uno ni lo otro. Lo que si tenemos es un solar abandonado, triste y mustio, en una calle que languidece, como tantas otras, por un abandono de décadas y, también actual. Que no es excusa la dejadez del pasado para justificar la venidera. Ni la situación presente impide plantear al menos una alternativa temporal mientras se hace algo definitivo. Por ejemplo, un huerto urbano, gestionado por vecinos del barrio. Algo que les beneficiaría a ellos en su tiempo de ocio y a la zona recuperando en parte el pretérito verdor de ese antiguo huerto-jardín.

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