Miembros de la Estación Experimental del Zaidín (EEZ/CSIC) han investigado la evolución de las comunidades microbianas existentes en bosques mediterráneos afectados por incendios, siendo el lugar de estudio una zona del Parque Natural y Nacional de Sierra Nevada en Lanjarón (Granada) afectada por un gran incendio en 2005.
En septiembre de ese año unos excursionistas que se habían perdido hicieron una fogata para ser localizados por los medios de salvamento y el fuego se descontroló, generando un incendio que consumió casi 3.500 hectáreas del paraje del Tello, ubicado en Lanjarón, en pleno Parque de Sierra Nevada, y afectando a más de 400 hectáreas de bosque dominado por encinas.
Una consecuencia de los incendios forestales, no observable a simple vista pero que pone de manifiesto el estado del suelo y su capacidad para la futura recuperación tras un fuego, es la variación de las comunidades microbianas en la rizosfera, zona del suelo cercana a las raíces, donde se desarrolla la vida microbiana.
Esta zona del suelo, aunque con un reducido tamaño, de entre 3 y 5 centímetros, es de gran importancia dada la cantidad de procesos que tienen lugar entre el suelo y las raíces de las plantas en esta pequeña porción de subsuelo. De ahí, el interés de conocer qué sucede en esta región del terreno existente bajo las plantas, donde se encuentran sus raíces.
En este evento concreto del incendio de Lanjarón, según explica Antonio Fernández, "se tomaron muestras del suelo estrechamente adherido a las raíces secundarias y metabólicamente activas (rizosfera) de encinas en una zona no afectada por las llamas, pero muy próxima a las mismas, así como de suelos rizosféricos de encinas quemadas y que sobrevivieron y rebrotaron tras el incendio".
El primer muestreo se realizó en la primavera de 2008, casi tres años después del incendio. Posteriormente, se hizo un seguimiento cada tres años, recogiéndose muestras de las mismas plantas 6 y 9 años después.
"Se trata del estudio longitudinal más longevo descrito hasta la fecha, contemplando el mismo evento y los mismos individuos, mediante técnicas de secuenciación masiva", según indica Manuel Fernández, responsable del grupo encargado de esta línea de investigación enmarcada en el proyecto europeo SUMHAL.
En particular, el estudio de la bacteria Arthrobacter ha sido de gran importancia, puesto que es un bioindicador microbiano del suelo quemado con propiedades beneficiosas para las plantas. La forma en que los bioindicadores como Arthrobacter, Blastococcus y Massilia evolucionan a largo plazo está poco explorada, realizándose en este trabajo concreto un estudio longitudinal, es decir, siguiendo la evolución de la microbiota en comunidades del mismo fuego y los mismos árboles individuales.
No se puede obviar que los efectos del fuego sobre la diversidad microbiana pueden variar en función de factores tan variados como la gravedad del incendio y el tipo de ecosistema afectado. En este punto, cabe señalar que la recuperación de la estructura y composición de una comunidad procariota lleva su tiempo; incluso después de 9 años, todavía existen diferencias perceptibles entre las zonas quemadas y las no quemadas.
Por tanto, puesto que los incendios forestales provocan alteraciones significativas en las comunidades microbianas del suelo, se encuentra que hay ciertos grupos de bacterias que prosperan en ambientes afectados por incendios debido a sus características adaptativas únicas.
En esta situación se encuentran los microbios pirófilos, caracterizados por la resistencia al calor, la afinidad por la mineralización del nitrógeno y la degradación de los hidrocarburos aromáticos, que demuestran su capacidad para sobrevivir y dominar los espacios afectados por los incendios a posteriori.
"En definitiva, la persistencia de alteraciones en la composición de la comunidad microbiana, la biomasa y el pH sugiere que es necesario un seguimiento a más largo plazo (más de una década) para conseguir observar la recuperación completa de los ecosistemas afectados por los incendios", declara el doctor Fernández-López.
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