2018 fue el año en que el empoderamiento de las mujeres convirtió al 8 de marzo en la mayor movilización feminista de la Historia en nuestro país, donde ellas, a partir de su arrojo y capacidad de movilización, se erigieron en indispensable referencia mundial. 2018 fue, asimismo, un año de ruidosas mudanzas políticas, de trasiegos inacabados, de dimes y diretes en torno a la posibilidad cierta de una moción de censura o de una alternancia que, en ambos supuestos, a la postre, se consumaron. La moción de censura contra el gobierno del PP de Mariano Rajoy, que catapultó hacia la Moncloa al socialista Pedro Sánchez, y el inesperado vuelco en las autonómicas andaluzas del 2 de diciembre, que dio la mayoría a la derecha, a la aritmética del tripartito PP/Cs/Vox, frente al continuismo del PSOE en la Junta, casi 37 años más tarde del advenimiento de la héjira psoísta, un antes y un después que hacen saltar/estallar las costuras del régimen fundado por el ‘clan de la tortilla’. Dos movimientos en el tablero insospechados, para algunos audaces, que situaron en todo lo alto a dos cadáveres políticos revividos. Sánchez Pérez-Castejón se resiste aún a convocar elecciones generales pese a no sacar adelante unos presupuestos estatales para 2019 en los que la suma de independentistas catalanes y vascos resulta tan imprescindible como traumática. El 2 de diciembre, sorprendentemente para muchos instalados -sin saber muy bien porqué- en la zona de confort de más de 36 años ininterrumpidos de poder regional, se consumó el vuelco electoral en Andalucía: los tres partidos de la derecha, del centro a la extrema, PP/Cs/Vox, logran un holgada mayoría absoluta en la cámara del Antiguo Hospital de las Cinco Llagas, 59 parlamentarios frente a los 50 de las izquierdas. El PSOE de Susana Díaz volvía a ganar los comicios autonómicos pero dejándose 14 diputados con respecto a la convocatoria de marzo de 2015. PP y Cs acuerdan un programa conjunto de gobierno, con Moreno Bonilla como aspirante a la presidencia (Juanma, emulando a ZP y Franco, también tiene un plan para la provincia, su ‘Jaén Avanza’) y la necesidad imperiosa, algo vergonzante, eso sí, de apoyarse en Vox, la sorpresa populista ultraderechista del domingo electoral, 12 escaños, para controlar la mesa del parlamento e investir a Juanma.
Dicho y hecho. La formación naranja marca profilácticas líneas rojas en relación a Vox ante las encarecidas advertencias de sus socios liberales europeos, pero el secretario general del partido de Santiago Abascal, Ortega Smith, reconoce abiertamente que en la negociación, aunque las rechazaron, les llegaron a ofrecer consejerías. Marta Bosquet, cabeza de lista de Ciudadanos por Almería, ya preside una mesa parlamentaria en la que Vox tiene un asiento y Adelante Andalucía quedó finalmente excluida. Diez consejerías, sugiere Juan Marín, y que Hacienda no la dirija el partido que presida la Junta, exigencia que fastidiaría las opciones del paisano José Antonio Miranda que, así las cosas, igual acaba al frente de la Delegación del Gobierno en Jaén. Tiras y aflojas. Javier Imbroda suena como flamante consejero de Turismo y Deportes, un puesto que reclama desde la misma noche del 2D el popular Elías Bendodo, presidente de la Diputación malagueña y portavoz de la dirección regional. No caben treguas ni discusiones bizantinas cuando el objetivo es que el nuevo Ejecutivo pasee palmito de estreno por Fitur. ¿Delegados territoriales? Guerra larvada entre demoyistas y críticos en el PP para posicionar a sus peones. Lina García, Francisco Palacios, Juan Morillo, Paqui Molina, Miguel Contreras, Francisco Carmona… En Cs Jaén, por su parte, no sentaría bien que Salud acabara en manos populares (Lina García) dada la penetración de su dirigencia en el sector sanitario (Ray Prieto y Javier Cantalejo, entre otros), aguardando asimismo el acomodo institucional para dos de sus féminas con mayor proyección, Raquel Morales y Marian Adán. Un apasionante campo abierto a las especulaciones y los cambalaches entre los socios de gobierno durante las dos primeras semanas del año nuevo.
2018, por lo demás, fue el año de la lluvia, de los pantanos rebosantes, y, por ende, de una cosecha oleícola, la vigente, la que se recoge en estos días, impresionante en cantidad y calidad a pesar de la merma en rendimiento graso, y atrapados en una previsión cierta a medio plazo que los expertos en conversión/rentabilización de explotaciones oleícolas no paran de anunciarnos proféticamente: o transformamos nuestro olivar en intensivo/superintensivo cuanto antes o preparémonos para asistir al irreversible declive de nuestro liderazgo.
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