Esta misiva tiene no sólo una persona destinataria y otra remitente. Está dirigida a la Consejera de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación y a toda la “ciudadanía”. No seré yo quien apruebe que en una manifestación donde se reivindiquen los derechos humanos haya exclusiones ni obstrucciones masivas, excepto lógicamente a quienes promueven la Violencia, el Odio o la policromía de las fobias, entre ellas la Xenofobia. Siempre una suma fue mejor que una resta en cuanto a la consolidación de los derechos y libertades. No soy partidaria de ninguna expresión agresiva, ni física, psicológica, social o simbólica. Tampoco de la incoherencia ni de la doble moral, y menos cuando se desempeña un puesto de tantísima responsabilidad política. En tu trayectoria profesional, hemos coincidido. Respeto tu opción política y no te etiqueto a ti como persona por ello. Pero permíteme un breve recordatorio lapidario de esta legislatura. La ultraderecha, esa que desprecia férreamente a la diferencia, que reaviva de forma continua la no aceptación de las personas que nos incluimos en la diversidad afectiva-sexual e identidad de género, esa a la que según tú misma has denominado “fachas”… esa lacra la habéis apoyado ustedes junto al Partido Popular. El compromiso político para erradicar la violencia o los delitos de odio hacia la comunidad LGTBIQ+ no es ponerse una camiseta naranja detrás de una pancarta en Chueca. Tampoco la creación de una Dirección General en la Consejería, amalgama de situaciones que ya de por sí necesitarían de sus propios elementos, recursos y componentes de identidad. Repito, no te juzgo como ser humano. No puedo, ni quiero. Simplemente, no te entiendo. Sabemos que la complicidad une sus manos a las de quienes se han impuesto el poder de proclamarse verdugos/as. Y eso es una “herejía” para la Democracia. Tu grupo político seguramente pudo afinar propuestas para aproximarse lo más cercano a formar parte de ese “Estado social y democrático de derechos” a ese reconocimiento del Principio de Igualdad y No discriminación, entre tantos otros. Que vayas a nivel personal a cualquier acto que denuncie la injusticia que sufrimos, perdona, pero no sólo es un derecho, es un deber y compromiso. Ese mismo que, a nivel colectivo, tendríais que haber garantizado a nuestra Andalucía. Pactar con Vox fue una carta evidente de intenciones y posiciones. Entre esos “escombros” no hay luces, ni gotas de oxígeno, ni ventanas sin rejas, ni seguridades, ni colores, ni personas mayores despidiéndose del recuerdo de fusiles, de fosas comunes, de limosnas y de cartillas de racionamiento. Hay mucha diferencia entre ser exorcista o demonio. Habéis permitido que nuestra comunidad autónoma se convierta en un erial. Pasando de ser un territorio inclusivo, de acogida, a una cávea dónde las personas migrantes respiran inseguridades y son diana de rumorologías, estigmas y señalamientos. Quizás antes de decirte todo esto debí presentarme. Soy simplemente “yo”. Una Persona. Una Mujer. Una Feminista de izquierdas. Bisexual. Que no quiere defenderse de las agresiones de “voxceros/as”, de insultos, de acosos. Un Ser Humano que tiene la intencionalidad, desde que se despierta hasta que se acuesta, de hacer desde mi dimensión personal y laboral, que es como la tuya, la docente, a enseñar y aprender que no basta con los “pulgares arribas”, “autorretratos virtuales”, ni la parasitaria apatía, sino que necesitamos un activismo desde la Educación en Valores, para que nuestro Mundo sea una Casa abierta y acogedora. Te lanzo un órdago. Cuando quieras, como dice Bunbury, “Ven y Camina conmigo” ¿Quieres escucharme/nos? Camina sólo un rato. Escucharás dolor, soledad, resiliencia y lucha. ¿Contestarás a esta carta?
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