Eutopía

Un Dictador desahuciado

Franco, ese dictador golpista, sumió a España en una fractura que aún tiene sus secuelas. Ahora se debate exhumar sus restos y sacarlos del Valle de los Caídos

Publicado: 16/07/2018 ·
11:38
· Actualizado: 16/07/2018 · 11:38
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Autor

Belén Ríos Vizcaíno

Belén Ríos es trabajadora Social. Profesora de la Universidad de Huelva.

Eutopía

Activista Feminista. Compañera partícipe de la Defensa de los Derechos Humanos y Movimientos LGTBIQ

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Cada conflicto bélico supone para la Humanidad un coste ingente. De su herencia surge un sufrimiento que perdura por generaciones, sin que ni el tiempo ni el olvido pueda borrar las huellas que dejan los monstruos de la historia. Detrás de las guerras siempre destacan los seres-sombra, que las crean, las refuerzan y justifican maquiavélicamente. Hitler fue uno de ellos. Su esencia frustrada manipuló a un pueblo entero y su delirio de grandeza casi diezma en su totalidad a grupos y colectivos (personas judías, gitanas y con diversidad afectiva sexual). Es un claro referente de la maldad. En nuestro país también contamos con un ejemplo concomitante. Franco, ese dictador golpista, sumió a España en una fractura que aún tiene sus secuelas. Ahora se debate exhumar sus restos y sacarlos del Valle de los Caídos. De vergüenza que en 2018 se siga manteniendo un mausoleo para que pueda ser “venerado” este cruel represor que durante décadas estableció el asesinato, la persecución, la tortura, la desigualdad, el exilio de las personas disidentes o el ostracismo socioeconómico y cultural. Y lo increíble es que haya ciudadanía que ahora se apunte sin demora a visitarlo ‘in situ’ por si, en breve, las decisiones gubernamentales terminan cumpliéndose para el alivio de la mayoría española. Parece que nos cuesta extraer un aprendizaje radical que nos haga posicionarnos frontalmente. No podemos asumir ni mantenernos al margen de aquellas ideologías que traen de la mano las grandes parcas y las tragedias acarreadas por pérdidas incalculables. Los axiomas extremos, cuyos fines justifican hasta los medios más atroces, deberían ser controlados, sin permitir ni la más mínima fisura. Como medidas de prevención…  la recuperación y la interpretación adecuada de la memoria histórica, desde la educación inclusiva en todos los niveles de la formación académica, desde los medios de comunicación social y el seguimiento en los nuevos canales de información y socialización tecnológica y virtual, desde la concienciación e implicación activa de la institución familiar y de entidades sociopolíticas con las presentes y nuevas generaciones etc.  Lo ‘ultra’ no puede anidar en nuestra sociedad ni acampar a sus anchas, ni tener voz en partidos políticos, ni en ‘macroencuentros’ deportivos… Permitirlo supone debilitar los contrafuertes éticos y los valores fundamentales de nuestro Estado Social y Democrático de Derecho. Supone aceptar, con el complot del silencio y su correspondiente pasividad, la violación del principio de igualdad y no discriminación. Necesitamos más discursos y acciones basadas en el respeto y la búsqueda de la diversidad inclusiva e integradora. La homogeneización ideológica es excluyente, es síntoma de anclaje, de bloqueo, de complejo borreguil que no permite el crecimiento integral de las personas, grupos y comunidades.  Es una amenaza que desafía el sentido y el valor del “ser”. Debemos dirigir nuestro “pensar y hacer” hacia la preservación y cimentación de la justicia y de la paz universal. Que alumbre lo positivo… Et lux in tenebris lucet… Seamos vigilantes para que la luz brille hasta en las tinieblas…

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