¿Quién lee diez siglos de la Historia y no la cierra al ver las mismas cosas siempre con distinta fecha?... Así se interrogaba el poeta León Felipe. Pero lo cierto es que la velocidad en la que coexistimos apenas nos deja tiempo para interpelarnos. Nuestra memoria parece reiniciarse cada día, limpiando y eliminando imágenes, cifras, datos, acontecimientos… Todo se amontona a la par que se diluye. Sin saberlo se puede ser cómplice de un plan homicida que arrasa y destroza…n la actualidad, existen demasiados “países crucificados” que siguen siendo azotados por las grandes parcas. El mundo contempla un baile de posibilidades. Las mentes podridas de fanatismo se niegan a soltar las riendas del poder. Quienes se autoerigen como dueños del planeta, enseñan sus fauces disfrazadas de negociación colectiva. Pero, ¿dónde situarse en este tablero que brinda sólo dos movimientos, ataque o defensa? La guerra nunca ha sido la solución, sino el problema derivado por la ausencia del verdadero humanismo ético. Es la herencia de sembrar en la tierra del odio, la venganza y la dominación. Deberían sepultarse todas las ideologías invasivas y diezmarse todos los códigos que justifican la separación en categorías y subcategorías a las personas, pueblos y países. Derribarse los muros de las instituciones intocables que promueven la desigualdad y la exclusión social. Desahuciar a las entidades bancarias y financieras sin escrúpulos que han jugado con la protección integral de las familias y las clases trabajadoras. La cuestión vital es no adormecerse con la nana del desconsuelo. La clave no está en ver las señales, sino en hacer lectura y aprender de ellas. No reaccionar es cegarse, es dejarnos comprar o vendernos a quienes tienen las manos más sucias. ¿Qué más debe suceder para despertarnos? León Felipe diría: “Yo no sé muchas cosas, es verdad. Digo tan sólo lo que he visto. Y he visto: Que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos… Que el llanto lo taponan los cuentos. Y que el miedo ha inventado todos los cuentos”. ¿Cómo nos encontramos ahora? Con deberes, sin derechos. Con decisiones gubernamentales de calado fascista, sin posibilidad de réplica ni contraposición. Con impuestos asfixiantes, pero si prestaciones sociales. Con la verborrea cansina de la competitividad, pero sin una educación pública de calidad. Con la expansión de las enfermedades sociales, pero sin la protección sanitaria universal. Con dependencia, pero sin recursos… Con un sistema que nos impone su machismo y el asfixiante patriarcado. Estamos en esta permanente diatriba impuesta, mientras la usura, el caciquismo y la corrupción hacen mutis por el foro político. No permitamos que el miedo nos paralice, nos aísle. No tengamos como ensoñación irreal, que nuestras aspiraciones individuales están en pugna con la búsqueda del bienestar colectivo. No dejemos que los Cuentos sean más fuertes que la voluntad. Reforcemos los valores que nos conduzcan a un sistema armónico y equilibrado. Avancemos, sin mentiras ni miedos, hasta alcanzar una realidad más inclusiva.
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