Eutopía

Educarnos y Educar

La televisión, los ordenadores, los móviles, o las redes sociales se han convertido en “canguros”, efectivos y menos costosos a “corto plazo”

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Los filósofos, Horkheimer y Adorno, en su obra crítica llamada Dialéctica de la Ilustración, escriben… “Hay una sola expresión para la verdad: el pensamiento que niega la injusticia”. Estas palabras reflejan la necesidad urgente que tiene nuestro entramado social, de inyectar antídotos efectivos, para eliminar esa pasividad e indiferencia estéril, que nos entumece el cuerpo, la mente y por supuesto, la voluntad. Uno de los agentes de socialización más influyentes, en la conformación e integración de la persona, es, sin duda, la familia. Pero, esta célula básica convivencial, también se ha tenido que ir adaptando, sin descanso alguno, a la ingente y permanente transformación de una realidad, que con sus duras exigencias, nos engulle y nos merma las energías vitales. Otra fuente que nos influye directamente, es la del entramado compelo de los medios de comunicación social. Su telaraña mediática, nos cala a fondo, con sus virtudes e importantes defectos. La televisión, los ordenadores, los móviles, o las redes sociales se han convertido en “canguros”, efectivos y menos costosos a “corto plazo”. Aparentemente, estos instrumentos son asequibles y gratuitos, aunque posteriormente, pueden pasarnos una factura imprevisible. Pretendemos evitar los conflictos familiares, las tensiones y el stress, pulsando el botón de “encendido”. Escuchar, compartir, dialogar, estar presente, apenas tienen cierta resonancia en nuestro estilo de vida. Son los requisitos esenciales para llevar el eslogan de “gente moderna e integrada”.  También vamos encorsetando a la infancia, en un diario con un sin fin de actividades: idiomas, informática, deporte o talleres múltiples… en su agenda, lo que impera, es el   “todo vale”, con tal de que no moleste, no grite o no provoque…Después escuchamos, que en el sector juvenil, se ha incrementado notablemente la violencia, el absentismo, el fracaso escolar, la falta de motivación o expectativas…Tanto, que despuntan manifestaciones y pensamientos de representantes del ámbito psicosocial, que esbozan, una progresión del “síndrome del emperador” o también  llamado “niños tiranos”. Ante este fenómeno social no tenemos que centrarnos en señalar ni en responsabilizar. Las familias, las/los profesionales educativos y sociales, los medios de comunicación… tenemos una labor necesaria y de carácter permanente. Siempre estamos a tiempo de coger las riendas, de poner los límites necesarios para que no suban, paulatinamente, los porcentajes de la injusticia sufrida por las víctimas que se encuentran en un mayor nivel de riesgo y desprotección, la infancia y la adolescencia.  Los efectos, empiezan a ser visibles, en la violencia intrafamiliar que está impactando en los subsistemas parental y educativo. Seguramente, entre todas y todos, sin nos dedicáramos tiempo de calidad,  extraeríamos conclusiones valiosas, para aprender a “educarnos y educar”.

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