Las elecciones del pasado domingo dejan un panorama ciertamente incierto y que no ha satisfecho a ninguna de las formaciones políticas mayoritarias del país, siquiera a aquellas que han mantenido el tipo o incluso mejorado resultados, caso de Vox, que pese a su meteórico ascenso parece no conformarse con haber obtenido 52 escaños en la Cámara Baja. ¿Acaso esperaban más todavía?
Aquí en Málaga, el escenario nos deja un PSOE que salva los muebles, un PP que consigue arañar un diputado más, al igual que Vox pisándole bien cerquita los talones, un Ciudadanos con tan sólo un representante en la Cámara Baja y un Unidas Podemos que sólo tendrá como comisionado al líder nacional de Izquierda Unida, que sí, ha estado presente en la campaña, pero lanzando consignas en clave nacional y escasas propuestas por no decir promesas para con la provincia en la que ya ni siquiera está empadronado.
Así las cosas, y pese al abrazo del oso que escenificaron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias horas después de conocer los resultados, el horizonte sigue siendo muy gris y las calculadoras echan humo porque por más ecuaciones que se planteen, las cuentas no salen.
Hay quien piensa que el 10N estaba pactado entre los líderes del PSOE y PP, de cara a sellar un pacto constitucionalista que requiere el pariré que se supone estaría haciendo Sánchez para conseguir que los detractores de la alianza con la extrema izquierda vieran con buenos ojos un gran Paco de Estado que, visto lo visto, sería lo más acertado.
Aunque habida cuenta de que un venido arriba Pedro Sánchez no se ha dignado a coger el teléfono al líder de la oposición, cuesta creer que Pablo Casado vaya a optar por abstenerse para facilitar la investidura del eterno presidente en funciones.
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