A la Comisión se llega por la carretera de Jalalabad, y tras pasar varios controles, primero de vehículos y luego a pie.
“Acérquese despacio, está permitido disparar. Velocidad máxima, 10 kilómetros por hora”, dicen varios letreros a cualquiera que vaya acercándose a los bloques de cemento que protegen el primer puesto de seguridad.
Ya dentro del complejo, un gran cobertizo de techo curvado con un rótulo pintado a mano en la puerta, decenas de trabajadores van insertando uno a uno los resultados con los votos que llegan a la central de la capital afgana, Kabul.
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