“Sobre él no hay ya la más mínima duda”, aseguró ayer un veterano embajador representante de uno de los gobiernos de la Unión Europea.
Salvo sorpresas, el Consejo Europeo del jueves y el viernes próximos respaldará la candidatura del ex primer ministro portugués, que deberá obtener luego el visto bueno del Parlamento.
La amplia victoria conseguida en los comicios europeos del pasado fin de semana por su grupo político, el conservador Partido Popular Europeo (PPE), ha abierto la vía a su reelección, aunque el nombramiento definitivo podría demorarse hasta octubre.
La Unión se encuentra, en efecto, en un período de incertidumbre en el que tiene que renovar sus instituciones sin saber aún cuál de sus dos tratados, el de Niza actualmente en vigor o el de Lisboa, aprobado pero no ratificado, regirá jurídicamente los cambios.
La entrada en vigor del Tratado de Lisboa depende de que los irlandeses voten positivamente en un segundo referéndum que se celebrará tal vez en octubre.
Entre las concesiones que los gobiernos europeos parecen dispuestos a hacer a Irlanda, para facilitar la celebración –y el éxito– de esa consulta, figura la posibilidad de que cada Estado conserve un comisario en Bruselas.
El Tratado de Niza, por el contrario, establece que la próxima Comisión debería contar con menos miembros que Estados tiene la Unión (veintisiete).
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