Seis meses después de la última cita electoral los partidos plantean otro tipo de campaña, con menos mítines de gran formato, más actos pequeños y sectoriales y sobre todo mucha presencia de los candidatos en televisión, con el debate a cuatro bandas del día 13 como hito de importancia crucial.
Si ya la precampaña de diciembre la marcó el auge de la televisión de la mano de los entonces emergentes Podemos y Ciudadanos, los cuatro principales candidatos se han lanzado esta vez a una mayor exposición mediática en programas que desbordan los márgenes de las entrevistas políticas convencionales.
Incluso el presidente en funciones y candidato del PP, Mariano Rajoy, que en el 20D declinó ir al "Hormiguero" a mostrar alguna habilidad de ocio y prefirió no participar en el debate a cuatro -en su lugar fue la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría- se prestará ahora a ello.
Y no solo a eso, porque en esta ocasión los aspirantes a presidir España se dejan ver también en programas donde comentan la actualidad con niños de 5 a 12 años o donde comparten durante dos días su vida y confidencias con la presentadora.
En esa dinámica, las cadenas buscan formatos nuevos con enfoques originales para captar audiencia, mientras que los líderes políticos los utilizan para acercarse a millones de ciudadanos a los que no llegarían de otra forma.
A la utilidad de sus apariciones en los programas populares para captar el ansiado voto de los indecisos se suma el bajo coste económico que tienen para los partidos, con lo que el rédito es inmejorable si además se amplifican sus efectos positivos a través de las redes sociales.
No obstante, el debate electoral del próximo lunes que emitirán en horario de máxima audiencia todas las cadenas, y en el que por primera vez se medirán Rajoy, Sánchez, Iglesias y Rivera, se perfila como protagonista de la campaña y marcará su verdadero inicio.
Con más de nueve millones de espectadores potenciales -los que siguieron el debate y el 'cara a cara' de la anterior campaña-, el enfrentamiento en un plató entre los cuatro líderes puede influir, incluso de forma decisiva, en el resultado electoral, por lo que los candidatos y sus equipos lo prepararán de forma exhaustiva.
Frente a eso pierden fuelle los mítines multitudinarios en polideportivos y plazas de toros que tradicionalmente han servido para movilizar al propio partido y que resultan caros para una campaña 'low cost' en tiempos de crisis.
Tampoco habrá carteles en los autobuses, ni vallas, ni mopis, ni banderolas en las calles con las caras de los candidatos, porque todos son ya de sobra conocidos y volver a empapelar España con sus rostros no solo resultaría superfluo y despilfarrador, sino contraproducente para empatizar con un electorado desencantado.
Habrá, no obstante, numerosos actos de calle, paseos, visitas sectoriales y populares, en las que no sólo los 'número uno', sino también el resto de candidatos se desplegarán para llegar a todo el territorio e interactuar con el votante.
El PP, que parte como favorito según todas las encuestas, ha diseñado una campaña en la que Rajoy visitará las nueve provincias en las que tiene más posibilidades de aumentar escaños, si recupera a los 300.000 votantes que en diciembre se fueron a Ciudadanos pero que no sirvieron a ese partido para sumar ningún diputado y que al PP sí le servirían por el sistema de restos de la ley D'Hont.
Con el lema "a favor" y el relato de la recuperación económica, los populares esperan recuperar en su electorado a desencantados de Ciudadanos y a los que optaron por la abstención, para lo cual apelarán al voto útil polarizando las opciones: el PP o el radicalismo.
Entretanto los socialistas se enfrentan a su campaña más difícil, con el temor al adelantamiento de Unidos Podemos que ayer confirmó el CIS y que les arrebataría la hegemonía de la izquierda por primera vez en la historia reciente de la democracia española.
"Hay que hacer campaña de mucha calle, tirarse a la calle, verse con colectivos, los mítines ya no movilizan", señala un dirigente territorial del PSOE, cuyo candidato, Pedro Sánchez, se ha lanzado hoy mismo a repartir propaganda electoral 'puerta a puerta' entre los vecinos de un barrio de Madrid, donde aspira a cortar la hemorragia de votos en las grandes ciudades.
Sánchez, que vuelve a erigirse como único garante del cambio político con el lema Sánchez "Sí al cambio", se volcará en las televisiones y radios para tratar de neutralizar la estrategia mediática de Iglesias, que ha reducido a la mitad sus mítines para centrase en la televisión, el medio que más domina y que le encumbró.
Adornados con flores y corazones para combatir al estrategia del miedo y con "la sonrisa de un país" como lema de campaña, Podemos tiene la vista puesta en Andalucía, donde se juega gran parte del 'sorpasso' gracias a su alianza con IU.
Con el reto de ganar y "tender al mano a la vieja socialdemocracia", Unidos Podemos y sus confluencias territoriales han planeado actos conjuntos de Iglesias y Alberto Garzón en Barcelona, Alicante, Jerez (Cádiz) y Madrid, y también otros con la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau; la vicepresidenta valenciana, Mónica Oltra (Compromís); el coportavoz de Anova, José Manuel Beiras, y el histórico de IU Julio Anguita.
Para Ciudadanos su meta es convertirse en decisivo para pactar el próximo gobierno, ya sea con el PP o con el PSOE. "Tiempo de acuerdo, tiempo de cambio" es su lema y su oferta, un "cambio a mejor, no a peor".
Su líder, Albert Rivera, también reduce mítines e incrementa los actos de calle y sectoriales para, además de amarrar los escaños en Madrid, Barcelona y Valencia, buscar nuevos apoyos en ciudades pequeñas.
Aunque esta campaña singular ya está en marcha, previsiblemente no empezará de verdad hasta el debate del lunes. Frente a la pantalla, ese día, más de un 30% de votantes indecisos podrían empezar a inclinar la balanza.
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