El problema tiene fácil solución: colocar urnas en embajadas y consulados y convocar a los emigrantes españoles a que voten como se vota en España, con el DNI en la mano. Es más costoso que el sistema actual, pero es democrático, mientras que hoy por hoy es posible el fraude, como ya ha demostrado el diario Xornal de Galicia, donde ayer podía leerse a toda página que una mujer muerta hace seis años votó en 2008. ¿Qué es lo que sucede en Galicia? La verdad, todo un escándalo, que pasa inadvertido en el resto de España, ya que en términos cuantitativos el problema de Galicia no es extrapolable a otras comunidades.
Resulta que en Galicia habrá elecciones el 1 de marzo y que van a poder votar más personas que en alguna de sus provincias, lo que puede dar idea de la dimensión y del peso del voto de la emigración. PSOE y PP llevan ya un tiempo respaldando la iniciativa de los nacionalistas de aprobar el voto en urna, pero el tiempo ha ido pasando sin que se pasase de la retórica a los hechos. En el fondo, todos tienen sus intereses, ya que el voto de los emigrantes se lo reparten PSOE y PP, mientras que el BNG apenas pesca en ese caladero. La Junta Electoral ha paliado un poco el problema al exigir a los emigrantes que adjunten con sus papeletas y fotocopias del DNI o del pasaporte, lo cual ha dado pie a una petición de aclaración del PSOE, que fue rechazada. Estamos ante una de las grandes carencias de la democracia, ya que está en juego un derecho fundamental como el del voto. Pero en Galicia ya es posible –al menos teóricamente– que desde Argentina y otros países puedan elegir al alcalde de un pueblo donde los que votan jamás han estado. Y ahora, este 1-M, el voto descontrolado de la emigración puede influir en el resultado de las elecciones autonómicas. Todo un escándalo solapado.
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