George W. Bush abandonará el cargo el próximo martes con la popularidad por los suelos, pues apenas un 30% de los estadounidenses aprueba su gestión, un mínimo sólo superado por Richard Nixon.
Deja el cargo con dos guerras abiertas, en Irak y Afganistán, y la economía sumida en su peor crisis desde la Gran Depresión.
“Es posible que ustedes no estén de acuerdo con algunas de las duras decisiones que he tomado”, reconoció, antes de alegar inmediatamente que “espero que estén de acuerdo en que sí estuve dispuesto a tomar decisiones difíciles”.
En esta línea Bush, que hace unos años fue incapaz de reconocer un solo error al ser preguntado en una rueda de prensa, dedicó la mayor parte de su discurso a enumerar lo que consideró sus logros.
Aunque su mandato comenzó con los atentados del 11 de septiembre de 2001, su mayor éxito, a su juicio, ha sido evitar que se repitan nuevos ataques.
“A medida que los años han pasado, la mayor parte de los estadounidenses ha podido volver a su vida de siempre de antes del 11-S. Pero yo nunca lo hice. Cada mañana he recibido un informe sobre las amenazas contra nuestro país, y he prometido hacer todo cuanto estuviera en mi mano para mantenernos a salvo”, declaró.
Durante su mandato, apuntó, se han transformado las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia, de modo que el país “está equipado con nuevas herramientas para supervisar los movimientos terroristas, congelar sus finanzas y destruir sus tramas”.
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