Raquel lleva a sus espaldas infinidad de cursos formativos. El último, de camarera, le ayudó a encontrar trabajo en un hotel durante cinco meses, los únicos que ha cotizado a la Seguridad Social en toda su vida. “Yo, al fin y al cabo, soy joven, pero aquí hay mujeres más mayores con familias que mantener, que no saben que harán”, explica. Junto a ella se encuentra Xantal (también nombre ficticio), de 45 años y con cuatro hijos. “Nosotras no hacemos daño a nadie y nos llevamos bien con los vecinos”, explica.
A diferencia con otras zonas de la ciudad, la prostitución en La Alameda, que llegó a albergar 35 prostíbulos a finales de los ochenta, no genera graves conflictos con los vecinos. “Una vez quisieron recoger firmas contra nosotras pero nadie quiso firmar”, explica Raquel. No se ejerce por la noche y para practicar relaciones sexuales se usan las casas, algunas de ellas viviendas de las propias mujeres. Pero la ordenanza municipal prohíbe el simple acercamiento entre clientes y personas que ejercer la prostitución. Desde el Ayuntamiento ya advierten de que no pueden entran en “casuísticas” y que se aplicará en todas las zonas por igual, recordando que la filosofía de la norma es “luchar contra la explotación y los proxenetas”.
Pero Raquel y Xantal aseguran que no están “explotadas” y que ejercen la prostitución “libremente, sin intermediarios”. Ambas dejan claro que hay que perseguir la explotación y a proxenetas.
“Moverse no sirve para nada, nadie nos escucha”, asegura Raquel. En Sevilla no existe ninguna organización de prostitutas, como ocurre, por ejemplo en Madrid, con la asociación Hetaira, que defiende la regulación de la prostitución. Este colectivo sí mantiene vínculos con la Asociación Pro Derechos Humanos, que ya pidió la derogación de la ordenanza junto al grupo de Juristas 17 de Marzo. Según ambos colectivos, “la norma parte de presupuestos que no son ciertos y se vincula y confunde la trata de personas con el ejercicio libre de la prostitución” y creen que la entrada en vigor de la norma “supondrá un aumento en la fractura social que ya sufre nuestra ciudad”.
Raquel reflexiona que a “hay gente que cobra cuatro euros la hora de camarero o en otros trabajo. Eso sí es explotación”.
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