Los refranes castellanos están casi todos muy acertados, considerándose como la sabiduría del pueblo, y hay quienes, sobre todo en Castilla, los emplean frecuentemente, creyendo yo que el que encabeza este artículo es esencial, porque cuando una persona ha vivido muchos años con sus correspondientes contrariedades, desengaños y decepciones, sabe valorar, en ese cúmulo de experiencias, no solamente lo que le sucediera a él, sino también a familiares y a otros, a pesar que se diga que nunca se escarmienta por cabeza ajena.
¿Por qué hoy me ha dado por escribir en ese sentido? Porque estoy viendo a una juventud desquiciada, metidos dentro de una vorágine de libertad incontrolada e irresponsable, perdiéndoles el respeto a otras personas y lo que es más grave a los padres, sobre todo cuando le dicen que el camino que llevan no es el más adecuado ni se corresponde con la educación recibida en la casa, ya que ellos quieren campar por su propio respeto, aunque económicamente dependan todavía de la olla grande, o sea, de la protección de los progenitores.
A eso se le puede añadir el agravante de que no hacen caso de lo que se les aconseja, pasando de todo, así educados en la sociedad en la que estamos viviendo con un exceso de concesiones en una mal entendida democracia, no habiendo respeto a nadie ni a nada. En el concepto de bastantes jóvenes no importa la decencia en las mujeres, lo que importa es que no se queden embarazadas, y si se diese en muchos casos, por ser lo más probable, pues siempre hay el recurso para el aborto.
El eslogan de póntelo y pónselo, referido al preservativo, es con una intención profiláctica necesaria para evitar el sida y otras enfermedades de transmisión sexual y también el embarazo, pero en la conciencia de los más jóvenes parece ir implícito que eso se debe hacer así, porque en el mundo tan avanzado en el que vivimos, las ideas de moralidad, prestigio y decencia son necedades además de cosas obsoletas.
Y yo opino que ni tan puritanos los jóvenes de ambos sexos de antes en una estricta educación religiosa y moral aceptada, ni tampoco esas libertades que ahora los desmadra, creándose unas situaciones familiares muy difíciles de mantener de buenas maneras, ya que hay bastantes personas de ambos sexos que al mes de conocerse se van a vivir juntos, y eso como es natural lleva consigo, casi siempre, el desastre, porque lo hicieron sin saber nada el uno del otro, solamente atraídos por el físico o por las circunstancias del momento, y allí se inició el compromiso, que suele durar poco tiempo cuando no hay afinidades necesarias para la continuidad.
Y ésta es sin duda la parte peor de la democracia, pues cuando las personas no están formadas para vivir en esta situación, esa libertad otorgada se confunde con el libertinaje, con un comportamiento desmedido hacia cosas poco aceptables, y casi siempre son los padres los que también suelen pagarlo, cuando la hija o el hijo vuelven a la casa –los que vuelven– arrepentidos de la decisión que tuvieron en esos momentos de inexperiencias, porque no hicieron caso de aquellos que sabían más, de sus mayores, de los que le aconsejaban que ciertos caminos a seguir son bastante peligrosos, ahora que la vida ha cambiado casi radicalmente, en donde hay poco trabajo y demasiadas libertades, en donde algunos hijos agreden a los padres o les denuncian.
Unos jóvenes sensatos y responsables son aquellos que aceptan lo que le dicen los que más les quieren, que por el contrario los que dejándose llevar por su inexperiencia desean vivir su propia vida, sin haber madurado todavía, se encontrarán siempre con un mundo hostil, que les hará sufrir muchas amarguras. Y hay quienes suelen tropezar en la misma piedra dos y hasta tres veces en difíciles situaciones por cabezonerías o desobediencias, creyéndose que esas son sus propias libertades.