En otro orden de cosas, de la que no nos libraremos aquí en España es de la jerarquía católica y de las salidas a la calle de la Conferencia Episcopal: lanza de choque de la reacción, camuflada en los tonos expresivos melifluos, pero de venenoso mensaje subrepticio. El penúltimo paradigma de pobreza humana y cinismo nos lo ofrecieron los próceres de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana y los santos ciudadanos (vasallos, más bien) que pedían que la familia sólo podía concebirse en el estrecho marco de la compuesta por padre, madre e hijos, como si las demás opciones molestaran a quienes se decantan por seguir estos cánones tradicionales. Nunca la Iglesia ha estado más activa que ahora para seguir haciendo lo de siempre: recortar derechos, cercenar libertades, manipular conciencias, arrogarse en exclusiva el derecho de emitir juicios de valor con carácter de infalibilidad moral… y eso que su historia está jalonada por episodios tan tristes como sacar a su bendito dictador bajo palio.
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