La información de agencia difundida este pasado fin de semana en el sentido de que Instituciones Penitenciarias dio hace meses orden de vigilar de manera especial a aquellos presos comunes de origen musulmán, en los que se aprecie algunos cambios en sus costumbres que puedan llevar a pensar que se han radicalizado y puedan convertirse en yihadistas es ciertamente sorprendente. En primer lugar, llama la atención que si se ha seleccionado un grupo de funcionarios para este fin y se ha elaborado un documento calificado de confidencial, el hecho se halla filtrado con numerosos detalles, como el número de páginas del documento (89), por ejemplo, sin olvidar otros como los cambios más importantes a los que dichos funcionarios deben estar atentos.
Y, en segundo lugar, sorprende que este tipo de ‘vigilancia’ se haya decidido hace sólo unos meses, cuando es conocido desde hace años que, además de las mezquitas y otros centros de reunión, las prisiones han sido foco importante de la difusión del extremismo islamista, tanto en el cercano Magreb, como en otros países de Europa. El control, respetando la legalidad, no es sólo necesario, sin imprescindible para garantizar la seguridad.