Hace cien años, Albert Einstein hizo una gira por España, una visita de tres semanas en las que revolucionó a la prensa, a los científicos y élites del país y en la que un personaje, aparentemente sencillo, difundía unas ideas incomprensibles para la mayoría.
Cuando Einstein llegó a España el 22 de febrero de 1923 era una celebridad, un fenómeno de masas -aunque pocos entendían sus teorías-, un científico que, más allá de la ciencia, se había destacado como un convencido pacifista y un defensor de la cultura nacional judía.
Según cuenta el historiador estadounidense Thomas F. Glick en su libro "Einstein y los españoles", fue Esteve Terradas, profesor de acústica y óptica de la Universidad de Barcelona -quien hablaba bien alemán-, el que obró el milagro y consiguió que Einstein viniera a España.
En 1920, en nombre del Institut d'Estudis Catalans, Terradas le invitó a visitar Barcelona y, poco después, el matemático Julio Rey Pastor se sumó a la invitación en nombre de la Junta para Ampliación de Estudios.
Einstein aceptó hacer una gira de conferencias por Barcelona y Madrid ese otoño pero, justo entonces, le ofrecieron una cátedra extraordinaria en Leiden y tuvo que aplazar el viaje. No vendría hasta 1923.
UNA NOCHE EN LA RAMBLA
El viaje de Einstein por España dejó innumerables anécdotas, unas recogidas por la prensa de la época y otras retenidas en el imaginario popular.
La primera sucedió el día de su llegada. Según varias fuentes, el matrimonio Einstein llegó en tren desde Toulouse a la Estación de Francia, en Barcelona, pero como no avisó con tiempo, nadie les fue a recibir y en vez de dormir en el Hotel Colón, donde tenían reservadas dos habitaciones, los Einstein pasaron la noche en una pensión de la Rambla.
En Barcelona, Einstein impartió tres conferencias en la sede de la Diputació, una sobre la relatividad especial (la de la famosa fórmula E=mc2 que habla de la distorsión del espacio y el tiempo), otra sobre la teoría general (la que sustituye a la ley de gravedad de Newton) y una tercera sobre investigaciones recientes.
La entrada costaba 25 pesetas, pero los curiosos "se agolpaban en las puertas, ansiosos de escuchar la palabra mágica que al ser atendida reformaría viejos sistemas y conceptos, abriendo nuevos horizontes a la ciencia por medio de la cuarta dimensión: el tiempo", cuenta una crónica de La Vanguardia del 28 de febrero de 1923.
Einstein impartió una cuarta conferencia en la Academia de Ciencias sobre las consecuencias filosóficas de la relatividad, y como siempre, el público se dividió entre los que querían escuchar sus teorías y los que no entendían ni una palabra pero ansiaban ver al científico más célebre de todos los tiempos.
Pese a su fama, la visita de Einstein a Cataluña no estuvo en absoluto encorsetada y el físico -un auténtico héroe de la clase trabajadora- mostró su sensibilidad social, se entrevistó con estudiantes, sindicalistas, científicos y filósofos, y se dejó fotografiar con la gente corriente.
Incluso hubo tiempo para el turismo: Einstein salió dos veces de Barcelona, una al monasterio románico de Poblet y otra para ver la basílica de Terrasa.
MADRID: LA ÉLITE Y EL REY
El 1 de marzo, Einstein tomó el tren a Madrid. Estuvo diez días en la capital y, esta vez sí, fue convenientemente recibido por los Kocherthaler (primos de Elsa Einstein), por Blas Cabrera y por el físico y matemático Josep María Plans, entre otros. Y, según lo previsto, se alojó en el Hotel Ritz.
Einstein impartió tres conferencias por las que cobró 3.500 pesetas (el salario anual de un profesor universitario español) y a las que, como en Barcelona, acudieron científicos, intelectuales y políticos como el primer ministro, Antonio Maura, y muchos curiosos.
Su agenda en Madrid fue más formal que en Barcelona, con innumerables recepciones con la élite intelectual y social de la capital, personajes como Gregorio Marañón, José Ortega y Gasset o Ramón Gómez de la Serna, aunque según Glick nada deslumbró a Einstein como su vista a Toledo y la pintura de "El entierro del Conde de Orgaz" de El Greco.
El 7 de marzo, Einstein, acompañado por el catedrático José Rodríguez Carracido, acudió al Palacio Real.
En su diario anotó: "Audiencia con el rey y la reina madre. Ella revela su conocimiento de la ciencia. Se ve que nadie le dice a ella lo que él está pensando. El rey, sencillo y digno, me produjo admiración".
Probablemente la anécdota más famosa de su visita a Madrid es una curiosa fotografía que quedó para la posteridad, tomada en la Real Academia, en la que casi todos los que rodean al físico alemán -incluido el monarca- aparecen con los ojos cerrados. Einstein, por su parte, los mantiene bien abiertos.
El final de su estancia es vertiginoso, es investido honoris causa por la Universidad Central (actual Complutense), el rey le nombra miembro de la Real Academia de las Ciencias y el biólogo marino Odón de Buen le hace una sorprendente propuesta: encabezar una expedición para estudiar el eclipse de sol que tendrá lugar en México en septiembre de ese año.
"La visita de Madrid llegaba a su fin. Quedaba un fin de semana de tiempo no programado que dejó a los Einstein libertad para visitas familiares y para volver al Prado", apunta Thomas F. Glick
50 HORAS EN ZARAGOZA
Inicialmente la gira de Einstein solo debía llevarle a Barcelona y Madrid, pero la picaresca española hizo que se extendiera a Zaragoza.
Según cuenta Glick en su libro, el tren que llevaba a Einstein de Barcelona a Madrid pasaba por Zaragoza. En la estación, un grupo de profesores -entre ellos el físico Jerónimo Vecino y el matemático José Ríus- subió al tren y le trasladó una invitación formal para viajar a Zaragoza.
Dicho y hecho, el lunes 12 de marzo, Vecino estaba de nuevo en la estación listo para recibir a Einstein en Zaragoza donde el célebre físico habló de la relatividad y pasó su cumpleaños, el 14 de marzo.
En apenas 50 horas, Einstein recorrió la ciudad, vio el laboratorio de Investigaciones Bioquímicas del profesor Antonio de Gregorio Rocasolano, visitó El Pilar, la catedral de La Seo, la Aljafería y la Lonja, y tuvo tiempo para tocar el violín en una fiesta en el consulado alemán, emocionarse con el canto de dos jóvenes joteras, y celebrar su aniversario con cava, según la Universidad de Zaragoza.
UN VIAJE SIN HUELLA
Pero si socialmente el viaje de Einstein por España fue como el paso de una estrella de rock, desde el punto de vista científico "no dejó ninguna huella", según las investigaciones de Glick.
"La gira de Einstein fue todo un acontecimiento porque era famoso y la prensa se dedicó mucho a los detalles de su visita y abundaron las viñetas de dibujantes muy conocidos" pero, para la ciencia española, la visita no fue ningún revulsivo y aportó "poco o nada", concluye en declaraciones a EFE José Manuel Sánchez Ron, catedrático emérito de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid.
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