Hacía un par de semanas que había consultado si España podría confinar a sus ciudadanos en casa como estaba haciendo China, aunque la idea causaba "escalofríos". Y llegó el día que todo cambió, pero ese 9 de marzo de 2020 Salvador Illa no podía decir en voz alta que todo parecía abocarnos a un estado de alarma.
"El año de la pandemia. Del estado de alarma al inicio de la vacunación" resume la trastienda de aquel imborrable 2020 narrado por quien tenía entonces las bridas del Ministerio de Sanidad y hoy es el primer secretario del PSC, transición de la que también da cuenta en el libro que publica este miércoles Planeta.
Al Ministerio aterrizó un 13 de enero, tres días después de haber aceptado el encargo de Pedro Sánchez para llevar una cartera de la que sabía poco -"Confieso que antes de llegar no conocía mucho sobre este órgano de cogobernanza", reconoce sobre el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, que acabaría presidiendo 86 veces- y con una única petición: la mesa de Ernest Lluch.
Y de él salió con la mayor crisis sanitaria en un siglo en la mochila y habiendo puesto en el brazo de Araceli la primera piedra de la mayor campaña de vacunación jamás vista.
EL "DESAGRADABLE" EPISODIO DE MADRID
Entre medias, muchas decisiones que ahora trata de explicar y que le llenaron de sinsabores, uno de los "más duros", cuando firmó la orden que prohibía los velatorios y limitaba la asistencia a funerales; de los más "desagradables", el que acabó con una declaración del estado de alarma solo para Madrid en octubre.
De hecho, la borrascosa relación con Madrid que empezó con la desescalada y se recrudeció en la segunda ola acapara un capítulo. "Nadie entendía que no hiciera nada" cuando, tras el verano, se convirtió en el epicentro europeo de la covid.
"Siempre he pensado que en esos momentos no era Enrique (Ruiz Escudero, consejero madrileño de Sanidad) quien tomaba las decisiones. Por mucho que yo le apoyara, no tenía suficiente respaldo en su Gobierno", lamenta Illa.
Aquellos días de vértigo constituyen "el único desafío serio a la autoridad del Gobierno" que percibió en su mandato. "He pensado una y mil veces si pudimos hacer algo distinto (...) Y seguro que es así y que algo pudimos hacer mejor. Pero no tengo ninguna duda de que, con carácter general, actuamos correctamente, haciendo lo que debíamos".
¿PODÍA ESPAÑA CONFINAR A LA POBLACIÓN?
Muy distinto era el clima a principios de año, cuando la inquietud ante aquel virus nuevo limaba las asperezas políticas. "Había una sensación de miedo a lo desconocido, una percepción clara de la necesidad de coordinarse (...). Actuamos como un bloque compacto".
De China habían saltado los primeros casos a Europa, el primero en España en La Gomera el 31 de enero.
"Alberto, ¿podemos hacer en España lo que están haciendo los chinos? ¿Podemos confinar a la población y restringir movimientos?", preguntó a la persona que había elegido para la subsecretaría, Alberto Herrera. A finales de febrero, la situación de Italia empezaba a ser preocupante, aunque en España había apenas medio centenar de casos.
Entonces se trataba "solo de conocer con qué herramientas no farmacológicas podríamos contar en caso necesario". "Todo lo que supusiera limitar derechos provocaba escalofríos".
Sin embargo, todo se precipitó: la noche del 8 de marzo "todo había cambiado a peor" con los datos de Madrid y País Vasco. La mañana del 9 se habían duplicado los casos. Por la tarde, un Consejo Interterritorial extraordinario recomendó suspender las clases y el fomento del teletrabajo en la zonas de alta transmisión y limitar las salidas de las personas vulnerables en el resto de España.
"VOY A PROPONEROS CONVOCAR EL ESTADO DE ALARMA"
De estas medidas dio cuenta ante una sala de prensa abarrotada como pocas veces. "Recuerdo que al terminar me quedé un rato charlando con algunos periodistas, querían saber si era posible pasar de las recomendaciones a las prohibiciones. No lo era, entrábamos en el terreno de la restricción de derechos".
"No añadí más, me excusé y salí de la sala -prosigue-. No podía decir en voz alta lo que ya llevaba días en mi cabeza: todo parecía conducirnos a un estado de alarma".
Los acontecimientos se sucedieron esa semana con la misma velocidad que se propagaba el virus, y acabó con la "reunión crucial" que se produjo por videoconferencia la mañana del 13 de marzo: "Voy a proponeros convocar el estado de alarma", anunció Pedro Sánchez a sus cuatro vicepresidentes, a la ministra portavoz y al de Transportes.
Del primer borrador de las 4 de la mañana del 14 de marzo al texto definitivo de las seis de la tarde medió la reunión del Consejo de Ministros de más de ocho horas que decidió confinar, con 5.898 casos confirmados, a los ciudadanos en sus casas.
LA DESPEDIDA
Éste es solo uno de los 14 capítulos - Un virus en China; Primer positivo; Estado de alarma; España confinada; La desescalada; Suministros; Estrategia europea de vacunas; Sus señorías; Nueva normalidad; Estado de alarma en Madrid; Segunda ola; Estrategia de vacunación española; Ministro... y candidato; Lecciones de una crisis-, y un epílogo -Breve noticia de Cataluña- que ha escrito el exministro.
Pero también hay un prólogo de quien le acompañó en la travesía, "un tipo atlético, de ojos azul profundo, que te mira a los ojos cuando habla", de quien le había hablado bien todo el mundo a su llegada -incluso una exministra del PP- y de quien sintió simpatía desde el primer momento. "Me cayó bien. Conectamos".
La despedida de Fernando Simón es uno de los recuerdos sobre los que alguna vez no ha podido contener la emoción cuando los trae a la memoria, "como si todavía no hubiera procesado emocionalmente lo vivido".
Su adiós del Ministerio lo comunicó en una cena con su equipo más estrecho en la que anunció que volvía a Cataluña ante la "necesidad de derrotar electoralmente al independentismo". "Se me entrecortó la voz", asegura.
"Todos hablaron. Y todos dijeron que se lo esperaban, que se lo temían, que lo lamentaban pero que lo entendían". "Fue un momento muy intenso y emocionante. Recuerdo la mirada de Fernando", rememora. Por su parte, el epidemiólogo cree de él que es "un político del que no se puede decir eso de 'todos son iguales'" y "un ministro de Sanidad al que la mayor crisis sanitaria en un siglo no consiguió cesar".
SE ACTUÓ CON DECENCIA
Miqel Iceta fue quien propuso a Pedro Sánchez que Illa le sustituyera. Era aún noviembre. Durante semanas mantuvieron la discreción, tantas que muy poco antes de anunciar su candidatura a la Generalitat lo negó categóricamente en una entrevista porque sentía que quien debía explicarlo era su antecesor.
Tras el anuncio, el móvil se le llenó de mensajes, pero uno le pilló más desprevenido e incluso le "emocionó". "Me sorprendió, por inesperado, el que me envió Pablo Iglesias. A decir verdad, fue el primero que recibí (...). Siempre tuvimos una relación correcta y de respeto mutuo y la mantenemos, si bien ahora con un contacto muy escaso".
Su decisión vino a demostrar que "el 'efecto Illa' no era una invención" y llevó al PSC a resultados históricos en Cataluña que también suponían "un aval de la gestión del Gobierno a la pandemia".
Porque para Illa, el resultado del trabajo de todos en aquellos tiempos no ha sido "tan malo como algunos decían". "Se actuó (es lo mínimo que se puede decir) con decencia".
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