Escrito en el metro

Tiquismiquis

El fenómeno de la timidez de los árboles se ha observado en muchas especies

Publicado: 04/06/2018 ·
18:09
· Actualizado: 04/06/2018 · 18:10
  • La timidez de los áboles. -
Autor

Salvo Tierra

Salvo Tierra es profesor de la UMA donde imparte materias referidas al Medio Ambiente y la Ordenación Territorial

Escrito en el metro

Observaciones de la vida cotidiana en el metro, con la Naturaleza como referencia y su traslación a política, sociedad y economía

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Hace unas semanas volvía a sorprendernos una de esas noticias blandas que desde hace un siglo se repiten bajo titulares que dejan la sombra del misterio. En esta ocasión ha sido una exposición de fotografías de NationalGeographic la que ha devuelto a los rotativos de todo el mundo el llamativo epígrafe, El misterio de la timidez de los árboles. Aunque creamos que lo sabemos todo sobre las plantas aún existen tantos misterios por resolver que ni juntos Sherlock, Carvalho y Guillermo de Ockham serían capaces de dar conclusiones para tanto abasto. El fenómeno de la timidez de los árboles se ha observado en muchas especies, desde los eucaliptos australianos hasta los jacarandás de la Plaza de San Martín de Buenos aires, pasando incluso por algunas de nuestras especies más cercanas, como los robles, pinos y alisos. El caso es que, al crecer las ramas, si estás denotan que en el camino de su desarrollo pueden encontrarse con las ramas de otro árbol, detienen entonces su crecimiento, formando al contraluz unas bellas estampas de surcos continuos. Para algunos botánicos la razón es que son demasiado temerosos y quieren evitar el contagio de los árboles vecinos, para otros son muy timoratos pecando de modestos, algunos apuntan que es una forma de entender la convivencia guardando las distancias, incluso algunos para no mojarse afirman que pudiera tratarse de la suma de las tres hipótesis.

Cuando le cuento esto a mi amigo José Tomás, no el torero sino un burgueño al que no le falta el gracejo propio de los moriscos de la Sierra de la Nieve, aprecio una mueca de incredulidad, pero su reflexión me deja cuajado. Esto va mal, los árboles no son tímidos, sino que se han contagiado de lo tiquismiquis que nos hemos vuelto algunos humanos. Qué simpática palabra registrada por primera vez por Cervantes y que a pesar de su antigüedad sigue tan vigente su significado como en su origen. Somos demasiado escrupulosos cuando se trata de repartir entre los demás, y como dice José cuando no se sabe compartir tampoco se sabe vivir. Ese es uno de los grandes problemas de hoy.

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