Escrito en el metro

El Principito en el metro

Entonces le tocó el turno al ramillete de claveles de fulgurantes pétalos amarillos

Estaba en la parada Universidad cuando él apareció. Me contó que andaba buscando la Rosa de la sabiduría, pero que no la había encontrado. Sin embargo su tristeza tenía otra razón. Solo halló lirios de crueldad  y claveles de obsesión, que le dejaron desconsolada su almita. La crueldad es un defecto de fábrica que tienen los humanos y que muchos no superan atravesada la infancia. Los que creyéndose sabios se alimentan de la crítica,  solo poseen un vanidoso velo que camufla una impostada sabiduría. Al Dios Momo no lo expulsaron del Olimpo por su insaciable crítica, me aclaró, sino por la crueldad con que la hacía. Le gustaba jactarse ante Júpiter con una estatuilla que tenía una ventana en su pecho, para recordarle que su creación era imperfecta ya que no dejaba a la vista la principal cualidad de los humanos, su alma. Sus crueldades fueron castigadas dándole una vida terrenal y para mayor escarnio convirtiéndolo en el Rey del carnaval. Muchos vieron en Erasmo a la reencarnación del dios caído y hoy en su veneración han hecho de la crítica la epicéntrica razón de su ciencia. Son dolosos estos lirios, me dijo, mientras los arrojaba a un solar yermo para que no germinasen nuevos momos.

Entonces le tocó el turno al ramillete de claveles de fulgurantes pétalos amarillos. La obsesión es amiga de la vigilia nocturna y del irreparable insomnio, a su vez enemigos de toda cordura y templanza. Me he tropezado aquí con personas de ciencia que en su obsesión por resolver un problema han hecho del mismo el único camino de vida. Son martillos de oro, no sirven para clavar pero adornan con brillo. Un esplendor tan efímero y limitado, que tan solo se mantiene por la crueldad emanada hacia todo lo exterior a su órbita. En ese espacio es donde se abrazan lirios y claveles, crueldad y obsesión, para que no crezcan las rosas de la sapiencia.
El Principito se marchó en busca del planeta de los baobabs, dejándome sumido entre tantas y tan preocupantes reflexiones. Aquel día pude ver un elefante en el interior de una boa constrictor en lo que creía hasta entonces que era un sombrero, y también algunos momos.

Envía tu noticia a: participa@andaluciainformacion.es

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN