Pablo Casado está tan entusiasmado que ya da por concluida la legislatura y ha declarado solemnemente que tanto el gobierno de Pedro Sánchez como la legislatura han entrada en vía muerta. El tren del gobierno ha sido ya aparcado en un camino de hierro que no conduce a ninguna parte. Ferrocarril sin salida. Muy contento porque Isabel Díaz Ayuso -la nueva Margaret Thatcher, según alguna prensa anglosajona- lo ha sacado del pozo en que se encontraba. Le ha ayudado Albert Rivera que lleva, desde su salida de la presidencia de Ciudadanos, vaciando su antiguo partido hacia el partido que le entrega sustanciosos contratos, el PP. Ello ha producido un momento dulce en las filas populares. A todos los niveles. En la prensa afín la conspiración ha retomado brios renovados en forma de encuestas y opinión. Si es espejismo o una realidad sólo lo dirá el tiempo.
Pensar que el resultado de Madrid es extensible a toda España es libre, pero no está contrastado. El parlamento va a seguir igual y no hay otra manera de llegar al poder en una democracia parlamentaria que contando con el beneplácito de las Cámaras. Por tanto, al menos hasta noviembre de 2023 -32 meses, uno detrás de otro- se puede decir que de ilusión también se vive. Salvo que se rompa el bloque gobernante, no hay ninguna posibilidad de elecciones anticipadas. Una moción de censura la intentó Abascal y su resultado quedó en nada. Con Casado sería igual.
De la vía muerta a la vía libre. En Cataluña. Después de tres meses desde la celebración de las elecciones, los partidos independentistas han logrado un acuerdo de gobierno. El pariré y el forcejeo ha durado lo suficiente como para que las organizaciones que los apoyan se hayan manifestado contra ellos en la Plaza de Cataluña y también ha significado que el apoyo a sus posiciones haya bajado hasta el 42%. La unión con España la defiende el 53%. La declaración unilateral de independencia -fuente del conflicto judicial y penitenciario actual- no goza de un respaldo mayor del 12%. Esa vía hoy por hoy está sellada. El intercambio de cromos y consejerías ha sido completo. Puigdemont no ha conseguido, sin embargo, que su Consell de la República sea reconocido como el referente de Cataluña. Algo es algo.
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