En román paladino

Santoral.

Ha tenido que llegar Pedro Sánchez para que los reconozca la derecha como líderes

Publicado: 02/12/2020 ·
09:31
· Actualizado: 02/12/2020 · 09:31
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  • Felipe González. -
Autor

Rafael Román

Rafael Román es profesor universitario, miembro del PSOE, exconsejero de Cultura y expresidente de la Diputación de Cádiz

En román paladino

El autor aborda en su espacio todos los aspectos de la actualidad política tanto de España, Andalucía y la provincia de Cádiz.

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Se están subiendo a los altares laicos, con  alabanza y  lisonja, a políticos del pasado reciente.  Las condiciones requeridas son que estén retirados de la política activa -sin disponer de  cargos, aunque obviamente preocupados por el devenir de la sociedad-,  y  que hagan declaraciones contra el  partido o sindicato  con el que  hicieron su carrera y consiguieron  su trayectoria, sus  nombres públicos  y   sus honores y   retribuciones.  Los candidatos al santoral son siempre del  campo de la izquierda. A los altares los suben los portavoces políticos  o mediáticos de la derecha.

Las canonizaciones y beatificaciones laicas no son nuevas. Hace unos años ya alcanzaron ese pedestal el dirigente sindical y  ministro, José Luis Corcuera, el ex alcalde de Coruña y embajador ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, el  anterior secretario general de Comisiones Obreras  y actual tertuliano, José María Fidalgo, Nicolás Redondo Terreros, hijo del histórico dirigente de UGT, miembro de consejos y de tertulias, y algunos más.

Las más recientes subidas a la canonización han sido Felipe González, Alfonso Guerra y Alfredo Pérez Rubalcaba, ya fallecido. Todos son reconocidos ahora por la derecha como líderes que sirvieron a España lealmente y con altura de miras, con profundo sentido de Estado y con los valores del consenso y la concordia que están vigentes  presumiblemente en España desde la Transición…hasta que ha llegado Pedro Sánchez. Los interesados han debido olvidar  la ferocidades del “Váyase Sr. González”, la  reconocida conspiración mediática, las acusaciones  contra Guerra que llevaron a la famosa frase de “dos por el precio de uno” o  las imputaciones  semanales  a Rubalcaba en el Congreso  -y en la Audiencia Nacional - por  lo acaecido en un bar con nombre de ave, en una operación  contra ETA, por no hablar de las   lindezas sobre el 11-M.

Tienen o han tenido discrepancias con la dirección del PSOE. No respaldaron  su elección. Es indiscutible que no comparten su línea política. Les rechinan los acuerdos de gobierno -incluso los acuerdos parlamentarios-, pero  con la reiteración en la discrepancia y su publicitación constante,  olvidan algo elemental: cuando  estaban en la dirección del partido y del gobierno y The New York Times  los calificaba de jóvenes nacionalistas  hicieron la política que ellos ganaron en sus órganos,  ni  las del alicantino   Rodolfo Llopis. ni las de su oposición interna.  Ahora no es excesivo esperar de ellos un poco de generosidad y memoria.

 

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