Fue la ex ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, la que, en un debate parlamentario y viendo que era contradicha, dijera lo que dijera, sacó la frase que acredita el cierre de todas las posibilidades de salida en cualquier situación: “Te tires por donde te tires, te espera Ramírez”. Es lo que se está viviendo en España.
Ante el alargamiento del estado de alarma se vieron las protestas de los que entendían que era un abuso de poder y una pérdida de libertad intolerable. Los colegios e institutos podían tener los candados puestos pero las cervecerías y las terrazas cerradas eran un crimen contra la humanidad.
Las críticas venían de los que se negaban a prolongar el estado de alarma, porque el cierre de la economía era mortal para España. Cuando Italia decidió abrirse al turismo a partir del 3 de junio, las críticas al gobierno fueron absolutas porque se estaban perdiendo las primeras oportunidades de traer turistas a España.
Lo enunciaban las revistas de historietas de Bruguera, en tiempos del franquismo, “en la fracción de un segundo cambia la opinión del mundo”. Cuando se ha alcanzado el acuerdo de la Unión Europea y el grupo de fronteras comunes de Schengen para la apertura - a partir del 21 de junio y con Portugal el 1 de julio- no hay opositor que se precie que no critique el peligro de contagios de los turistas que llegan por Barajas. El secretario general popular, el alcalde y la presidenta de la comunidad de Madrid - mosqueteros siempre con el florete preparado- dan la voz de alarma. ¿Y los de carretera o tren? ¿Y los demás aeropuertos? No les basta tomar a los turistas la temperatura y la dirección a la que se dirigen. Exigen un certificado PCR en origen o hacerlo en destino. Ello significaría confinar 5 horas a los turistas hasta conocer los resultados. Los especialistas y hasta Enjuanes, del CSIC, lo consideran inviable. Pero, el que la lleva, lo entiende.
Si hay un brote de coronavirus, la culpa sería del gobierno por no establecer controles férreos. Es de lo que se trata, porque cuando se fijó la obligatoriedad de las cuarentenas dijeron que era “una barbaridad.”
En resumen, hay que traer turistas a cualquier precio y hacerles la vida imposible, a la vez. Ramírez, siempre Ramírez.
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