En román paladino

Waco y el 8-M

A veces los partidos sufren un arrebato suicida incontenible

Publicado: 11/06/2020 ·
09:38
· Actualizado: 11/06/2020 · 09:38
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Autor

Rafael Román

Rafael Román es profesor universitario, miembro del PSOE, exconsejero de Cultura y expresidente de la Diputación de Cádiz

En román paladino

El autor aborda en su espacio todos los aspectos de la actualidad política tanto de España, Andalucía y la provincia de Cádiz.

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Waco es una ciudad mediana del estado de Texas, antiguo territorio español y mexicano, después república independiente y hoy  estado de los Estados Unidos de América. En Waco, una secta  suicida - hace 27 años - saltó infelizmente a la fama por el asalto que hicieron los   federales  estadounidenses contra su  rancho -Monte Carmelo- en el que  este grupo esotérico  tenían obnubilados a un centenar de seguidores fanatizados. Abuso de menores,  poligamia, tenencia de armas y fanatismo se unieron para   preferir  morir  en grupo a entregarse  a las autoridades.

Al hilo de las reiteradas intervenciones parlamentarias de la oposición y de los recientes autos judiciales, insistiendo hasta la saciedad en que el epicentro de la pandemia estaba en esa zona cero -la  primera  fila de la manifestación feminista-  parece evidente  que,  a veces,  los gobiernos y las fuerzas políticas   sufren un arrebato suicida incontenible. Como sucedió en la granja de Waco, el gobierno social-comunista  y las feministas  escogieron un momento culminante para emular aquel suceso: el 8 de marzo. Como los davidianos,  exmiembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día  de  aquel rancho tejano,  las feministas optaron  por reivindicarse con una expansión masiva de la pandemia del Covid-19, con  sus  terribles consecuencias, hasta el final.

“La hecatombe se veía venir” dice el nunca bien valorado informe del forense del caso, ya en los tribunales.   Casa perfectamente con  la teoría por la  que optaron  los miembros y “miembras” del gobierno, los partidos y  las organizaciones  feministas.  Fueron en masa a la manifestación, preparados para   sacrificarse. Allí estaban desde Begoña Gómez a Irene Montero, desde Carmen Calvo a  Adriana Lastra, Arancha González Laya,  Fernando Grande-Marlaska, Isabel Celaá, Nadia Calviño, Victoria Rosell y hasta    120.000 personas.  Iban conscientes del peligro, como ha reconocido -en el “off the record” más público- la ministra de Igualdad, pero se dirigían  prestas a la inmolación.  Eran davidianos y davidianas con conciencia clara de que así el feminismo tendría  sus mártires.

Sólo a un alma  perversa se le puede ocurrir que el conjunto de líderes feministas quisieran voluntariamente  infectarse y  difundir el virus. Sólo a alguien enfermo mentalmente  le puede venir a la cabeza que “a sabiendas” se quiso hacer  una “hecatombe”. ¿Para qué? Pues tamaña irracionalidad  ya está en los juzgados. De los informes trucados al apocalipsis.

 

 

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