Waco es una ciudad mediana del estado de Texas, antiguo territorio español y mexicano, después república independiente y hoy estado de los Estados Unidos de América. En Waco, una secta suicida - hace 27 años - saltó infelizmente a la fama por el asalto que hicieron los federales estadounidenses contra su rancho -Monte Carmelo- en el que este grupo esotérico tenían obnubilados a un centenar de seguidores fanatizados. Abuso de menores, poligamia, tenencia de armas y fanatismo se unieron para preferir morir en grupo a entregarse a las autoridades.
Al hilo de las reiteradas intervenciones parlamentarias de la oposición y de los recientes autos judiciales, insistiendo hasta la saciedad en que el epicentro de la pandemia estaba en esa zona cero -la primera fila de la manifestación feminista- parece evidente que, a veces, los gobiernos y las fuerzas políticas sufren un arrebato suicida incontenible. Como sucedió en la granja de Waco, el gobierno social-comunista y las feministas escogieron un momento culminante para emular aquel suceso: el 8 de marzo. Como los davidianos, exmiembros de la Iglesia Adventista del Séptimo Día de aquel rancho tejano, las feministas optaron por reivindicarse con una expansión masiva de la pandemia del Covid-19, con sus terribles consecuencias, hasta el final.
“La hecatombe se veía venir” dice el nunca bien valorado informe del forense del caso, ya en los tribunales. Casa perfectamente con la teoría por la que optaron los miembros y “miembras” del gobierno, los partidos y las organizaciones feministas. Fueron en masa a la manifestación, preparados para sacrificarse. Allí estaban desde Begoña Gómez a Irene Montero, desde Carmen Calvo a Adriana Lastra, Arancha González Laya, Fernando Grande-Marlaska, Isabel Celaá, Nadia Calviño, Victoria Rosell y hasta 120.000 personas. Iban conscientes del peligro, como ha reconocido -en el “off the record” más público- la ministra de Igualdad, pero se dirigían prestas a la inmolación. Eran davidianos y davidianas con conciencia clara de que así el feminismo tendría sus mártires.
Sólo a un alma perversa se le puede ocurrir que el conjunto de líderes feministas quisieran voluntariamente infectarse y difundir el virus. Sólo a alguien enfermo mentalmente le puede venir a la cabeza que “a sabiendas” se quiso hacer una “hecatombe”. ¿Para qué? Pues tamaña irracionalidad ya está en los juzgados. De los informes trucados al apocalipsis.
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