Un periódico nacional, que ha llevado escrito por subtítulo que es del siglo XXI, juega con volver al siglo XIX. Publicita unas palabras atribuidas al coronel Diego Pérez de los Cobos a primera página completa y mucho más en su interior. "Soy consciente de que nos estamos jugando algo mucho mas importante que mi destitución: el mantenimiento de la separación de poderes y el Estado de Derecho en España”. Lo menos que se puede decir de estas palabras del funcionario coronel destituido de su cargo de confianza en Interior es que resultan petulantes. ¿Quién no ha visto centenares de ceses o cambios de destinos por los más variados motivos en la administración? Unas veces por motivos arbitrarios, otras veces por razones justificadas, otras por la real gana y las más de las veces por cambios en los equipos de dirección en la administración correspondiente, sea local, provincial autonómica o nacional.
Es uno de los males de la administración española. Los responsables políticos tienen excesiva discrecionalidad en los nombramientos. Un cuerpo como el Servicio Civil británico, de carácter más inamovible, y que alcanza lo equivalente a las direcciones generales y subsecretarías, garantizan mejor la continuidad de la administración por encima de los vaivenes políticos. Pero en la administración española los ceses y nombramientos son absolutamente normales en cada cambio de gobierno, sin afectar a los funcionarios, como en el denostado turnismo. El coronel tiene su puesto, su nivel, su remuneración y su pensión garantizadas. No dispone del cargo de confianza, que es potestad del ministro.
Las fuentes, en las que ha depositado su confianza el coronel -que tiene quien le escriba- relatan que considera su destitución con epítetos muy altisonantes: “injusta, inhumana, ilegal y arbitraria”. Las carreras profesionales y políticas están llenas de altibajos, de luces y sombras. En su currículum consta haber sido juzgado - y absuelto- por torturas y la responsabilidad, que degradó la imagen de España ante el mundo, con la actuación lamentable en el referéndum ilegal de Cataluña.
Que se dé cancha a alguien que manifiesta que su cese ocasionaría “una crisis de gobierno”, tanto por parte del periódico como, sobre todo, del dicente, es volver al siglo XIX, al siglo de los pronunciamientos, las asonadas y los golpes. Manifestación de un deseo. Con recursos y demandas tiene suficiente.
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