A veces en política hay casualidades. En esta ocasión no. El mismo día que Pedro Sánchez anuncia a la presidenta del Congreso,Meritxell Batet, su disposición de presentarse a la investidura por encargo del rey, aunque su cumplimiento se ha ido retrasando por los compromisos internacionales del presidente del gobierno – la reunión del G-20 en Japón y las interminables cumbres europeas- suceden cosas para reflexionar. Ya hay fecha y comienza, por tanto, la cuenta atrás. Si se repiten las elecciones –una posibilidad hoy por hoy nada descartable- tendrían lugar el 10 de noviembre. Estamos a algo más de cuatro meses para volver a las urnas.
La sesión de investidura se desarrollará los días 22 y 23 de julio, con repetición de votación el 25, con una mayoría más débil –sin mayoría absoluta- pero debiendo obtener el candidato más síes que noes. Se barajaba por Pablo Iglesias – por su antigua profesión de profesor interino sustituto en la facultad de Políticas – que si no salía en julio se podría repetir la apuesta por el gobierno en septiembre, como los suspensos. Hay dos inconvenientes a esta apuesta. Se opone el presidente del gobierno y, sobre todo es el rey el que tiene esa competencia constitucional. Si los partidos no le dan una clara garantía de la elección, no probará de nuevo con un resultado incierto. Su autoridad se vería afectada, como cuando Rajoy declinó el encargo real.
¿Y la casualidad? ¿Y las cosas para reflexionar? No es casual que el día que se anuncia la fecha de investidura se está constituyendo el parlamento europeo sin Puigdemont y sin atreverse a entrar en Francia, a Estrasburgo, por temor a ser detenido. Los jueces españoles pueden activar una euroorden o solicitar las autoridades españolas su detención por los acuerdos entre España y Francia. Ha tenido que ir a los pocos restaurantes caros de la ciudad fronteriza alemana de Kehl am Rhein, a la otra orilla del Rin. Otra casualidad, no menor, es que el ministro en funciones Borrell haya solicitado el cierre de las “embajadas” catalanas en el Reino Unido, Suiza y Alemania. Las sedes de Londres, Ginebra y Berlín se están destacando por un activismo tal –"con singular intensidad para un proceso secesionista que ha sido declarado inconstitucional“- que el gobierno entiende que no respetan la división competencial que asigna las relaciones exteriores al Estado-. Señales, y no humo.
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