Era un imperativo. Si no se aprobaban los presupuestos el gobierno estaba abocado a llamar a los ciudadanos a votar. ¿Por qué? En primer lugar, porque los presupuestos vigentes en 2018 estaban hechos por el gobierno anterior y era necesario volcar en el nuevo modelo presupuestario el pacto entre el partido socialista y Podemos. En segundo lugar, porque está en el catecismo de la política: el gobierno que no consigue sacar adelante los presupuestos anuales se entiende que pierde la confianza de la cámara legislativa y debe dar la voz a los ciudadanos.
Si se tratara de una votación ordinaria el gobierno podría mantener la mayoría de apoyo, como ha sucedido en la convalidación de los Reales Decretos. Los ha aprobado todos, salvo uno, pero en la votación presupuestaria, al votarse en conjunto las enmiendas de la totalidad de la derecha y de los partidos independentistas, la votación estaba perdida de antemano. Ha sido un momento palmario de la ruptura del bloque que aupó a Pedro Sánchez, para desbancar a Mariano Rajoy. La frase del minuto de oro ha sido la pronunciada por la ministra de Hacienda María Jesús Montero: “¿Sabe dónde está el del milagro económico del PP, Señor Casado? ¡En la cárcel!”
El tiempo se acabó, suelen decir los representantes de Ciudadanos y Partido Popular. El debate presupuestario ha evidenciado que no se ha acabado, sino que ha empezado. Ha comenzado la campaña electoral. Se ha hablado muy poco de números y de inversiones pero se han dado todos los argumentos que se van a emplear en la campaña. De un lado el tripartito de la derecha que viene a “poner orden” en España y de otro el PSOE y Podemos con ánimo de aglutinar la izquierda con propuestas contra el legado de la crisis. El PSOE espera juntar el voto de las soluciones sensatas frente a la crispación y la ruptura. Los nacionalistas y los independentistas van a su bola, esperando el final del proceso para comprobar su papel de bisagra en el parlamento.
El presidente del Gobierno ya ha decidido convocar elecciones. No ha pesado absolutamente nada la campaña de la concentración tripartita (PP/CS/Vox) de Colón, han sido los Presupuestos Generales del Estado. El diálogo abierto con Cataluña no ha fructificado por las demandas imposibles de los independentistas. El problema sigue ahí. Las elecciones indicarán cómo se acomete en el futuro.
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