A Marta le preocupa su contrato temporal que se termina en 15 días y no le dicen nada. Es más intuye que su salida ya está decidida. Juan y Adela tienen un hijo mayor de edad con discapacidad y no duermen pensando en su futuro cuando ellos falten. Es su obsesión. No encuentran un centro con garantías y gratuito. Antonio lleva doce meses en lista de espera y no conoce si su enfermedad está degenerando definitivamente. Está harto de remedios de espera prolongada dados en el centro de salud o en alguna ocasión en urgencias. Pablo y Carmen han sufrido un desahucio hace dos años. Ahora viven en un piso social de su ayuntamiento pero, con la situación de desempleo de larguísima duración -cinco años- no pueden afrontar luz, agua, comida si no fuera por la ayuda de sus hijos. Antonio, viudo, tiene en casa un hijo de treinta y cinco años con problemas de adicción, el ir y venir, la precaución de tenerlo todo bajo llave y la ausencia de centros para su atención no acaban nunca. Marina tiene a su hija en Londres y no sabe cuándo volverá.
La retahíla de los problemas de lo que se llama la “gente corriente”, el pueblo llano, el sufrido ciudadano no nos lleva a una situación de pánico o zozobra vital porque la vida reparte por igual alegrías y tristezas, celebraciones festivas y actos luctuosos. La vida misma.
El asunto trascendental es que la mayor parte de las veces los ciudadanos entienden que la vida política camina por un derrotero y sus vidas discurren por otro. Ese desencuentro entre la vida política y la real es lo que ha distanciado a la gente de la vida institucional, que consideran alejada de sus preocupaciones. Por fin, la subida del salario mínimo, la de los funcionarios, la actualización de las pensiones, la anulación de los copagos, las leyes hipotecarias o de los alquileres, no cobrar por captar energía solar y otras medidas del mundo real distancia el debate sobre el eterno, curatodo bálsamo de Fierabrás, remedio universal de todos los males. El 155. Como si no hubiera más artículos. El pleno empleo, el retorno de los jóvenes , la vivienda digna y la igualdad y demás derechos sociales que exigen la Carta Magna no se pueden convertir en simple bagatela. El mundo unidimensional da paso al abordaje de otros problemas que demandan solución.
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