En román paladino

Vía coactiva

Que Dios reparta suerte y que España y Cataluña salgan indemnes de este envite, el más fuerte y delicado desde hace 40 años

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No es insólito ni extraño lo que ha hecho el gobierno de España. Se ha activado la posibilidad de la vía del 155 con mucha moderación  - y con el acuerdo del PSOE, sin el que no hay mayoría absoluta  en el Congreso, para este escenario- puesto que el PNV no estaría en ese supuesto. En el Senado siempre la tuvo el PP en solitario.  Puigdemont anunció una declaración de independencia y luego la suspendió. Más tarde firmó otra declaración independentista y ya la tragedia se convirtió en farsa. El requerimiento de Rajoy viene a preguntar si la declaración de independencia es efectiva o no. Ya es estrambótico que un gobierno pregunte a otro si se ha declarado gobierno independiente. No habrá dos casos en el mundo.

Nada  o casi nada hay nuevo bajo el sol. Conviene recordar cómo Alemania lo tiene estipulado. Le llaman vía coactiva. El modelo federal alemán lo tiene tan claro que España, en su Constitución, prácticamente copió casi literalmente la Ley Fundamental de Bonn, -la Constitución alemana- que es muy conveniente conocer para anular las críticas sin base a la decisión de un gobierno legítimo como el español- le pese a quién le pese-:

“(1) Si un Land no cumpliere los deberes federales que la Ley Fundamental u otra ley federal le impongan, el Gobierno Federal, con la aprobación del Bundesrat, podrá adoptar las medidas necesarias para obligar al Land al cumplimiento de dichos deberes por vía coactiva federal. (2) Para la ejecución de las medidas federales coactivas, el Gobierno Federal o su representante tiene el derecho de impartir instrucciones a todos los Länder y a las autoridades de los mismos”.

En esto, al menos España no es diferente. Es bueno que todo el mundo sepa que los desafíos a un  Estado Social y Democrático de Derecho no es gratis. No lo es en ningún país europeo. Sucede que frente al argumentarlo –subvencionado y publicitado – de los independentistas el gobierno central y los partidos –repugnantemente llamados – unionistas no ha habido sino el conformismo y la resignación. Parece que eso es lo que ha concluido.

El acuerdo en política es síntoma de madurez pero ya nadie sabe cual es el juego al que apuestan los gobernantes de la Generalitat. Que Dios reparta suerte y que España y Cataluña salgan indemnes de este envite, el más fuerte y delicado desde hace 40 años.

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