En román paladino

La cara del diablo

La suspensión del partido Bélgica-España es demostrativo de la inseguridad reinante

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Ha sido bíblico el Presidente Barack Obama cuando ha manifestado ayer en Turquía que el Estado Islámico era “el rostro del  diablo” y que había que destruirlo. En España no estamos acostumbrados a este tipo de lenguaje en los políticos. No sé quién o qué sería el rostro de Belcebú,  el trasero de Satanás o los cuernos del demonio para Rajoy, Sánchez, Iglesias o Rivera. En cualquier caso, no lo dirían así. Les parecería  ridículo o fuera de lugar.
El terrorismo de esta especie –difuso, fanático, extremista, presto a la inmolación, descerebrado y criminal- no  va a desaparecer ni pronto ni fácilmente. El Estado Islámico está  en Oriente Medio pero sus corresponsales están en todas partes.  De Australia a Estados Unidos, pasando por Europa. La suspensión del Bélgica-España es demostrativo  de la inseguridad reinante. Todos los analistas concuerdan que son muchos los factores que están sobre el tapete internacional para pensar que las soluciones no están a la vuelta de la esquina: las intervenciones militares en Iraq y Siria, el irresoluto problema de Palestina, los enfrentamientos entre chiítas y sunnitas con los apoyos correspondientes de Irán y Arabia Saudita y los países del Golfo, la frustrada primavera árabe, fracasada en todas partes, salvo en Túnez,  y  el caos en Libia y una dictadura en Egipto.  En el interior de los estados europeos occidentales – en todos- nos encontramos con minorías islamistas radicalizadas por motivos sociales o irredentismo político. La frustración y la revancha de los desubicados –ni europeos, ni árabes- como fuente de conflictos sociales algunas veces, como caldo de cultivo de terroristas otras. Juan Goytisolo recuerda que lo de París sucede en Irak cada día y que la guerra es global entre Occidente y sus aliados árabes y los terroristas.
La imagen de la grandilocuencia y los gestos solemnes de “Francia en guerra” se reflejan en la sesión conjunta de las dos Cámaras  del parlamento republicano francés en el archimonárquico  Palacio de Versalles, el del Rey Sol, con propuestas urgentes de reforma de la Constitución y aumento inusitado de la seguridad interior y exterior.  Todos cantaron: “A las armas, ciudadanos! ¡Formad vuestros batallones¡ ¡Marchemos, marchemos! ¡Que la sangre impura inunde nuestros surcos!” No se alarmen. Es la Marsellesa.   

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