El trampantojo

Y el euro se hizo carne

El punto de inflexión lo aportan las generadoras que dan la posibilidad de acceder a la mercancía, y digo bien porque tratan al engendro como artículo de cambio

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Parece que la moda está ahora en alquilar un vientre y comprar, ¡sí!,  comprar a la carta la vida de uno o varios niños al gusto del consumidor. Lo que viene a llamarse, según el ámbito ideológico que lo determine para no alterar a sus levas, gestación subrogada. Podríamos detenernos a analizar el perfil del demandante, la causa que lo demanda o cómo sería el desarrollo de los hechos o vida de la mercancía en un futuro. Pero pocos ponen en duda que quienes acceden a esta vía lo hacen por instinto natural por encima de la novedad, y no me refiero precisamente a los que salen en televisión como ejemplo de los hechos. El punto de inflexión lo aportan las generadoras que dan la posibilidad de acceder a la mercancía, y digo bien porque tratan al engendro como artículo de cambio. El debate no debería recaer en la polémica sobre esta opción para tener un hijo, sin antes haber analizado por qué existe tal opción. En un lado de la balanza podríamos colocar a las prestadoras de los servicios de gestación subrogada, y en el otro a la cantidad de niños que existen en el mundo pidiendo la oportunidad de ser adoptados. En ambos casos se mercantiliza en perjuicio de quienes sienten la necesidad de sentirse padres o madres, encontrándose un rosario de trabas administrativas, económicas y de organización complicadas de salvar, sin entrar a valorar el papel que juegan las mafias que aprovechan esta situación. Pero si hay algún hecho diferenciador entre ambas opciones ese está en el origen, la madre que engendra o la mafia que gestiona. Para evitarlo habría que huir de oportunismos y demagogias que abanderan vidas. La sociedad, en pro de aquellos que tienen la necesidad afectiva, la de ayudar, o cualquier otra que mejore la vida del prójimo, debería poner el grito en el cielo y abogar porque los trámites para la adopción sean menos costosos y burocráticos haciendo del prohijamiento una alternativa real al alcance de quienes quieran acceder al acogimiento de un niño. Los mismos tintes de demagogia y ventajistas tiene el mensaje de los que están en contra de la subrogación vital sin aportar alternativas, que falta de escrúpulos de la, llámese madre portadora del material, que facilita el niño. Las trabas para adoptar no pueden convertirse en el justificante que provoque elegir el vientre de alquiler. Porque no es lo mismo optar a amparar una vida, que provocar una vida para ampararla.

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