El
sacré pétrin (gran problema) del 666 y el 616 no es de ayer. En la mayoría de los manuscritos del Nuevo Testamento, el número de la Bestia es seiscientos sesenta y seis..., pero en ediciones arcaicas el número es el 616, como en el
Novum Testamentum Graece, donde el 616 es una variante; y en el manuscrito más antiguo, el
Codex Ephraemi Rescriptus (manuscrito uncial del siglo V que se conserva en la Biblioteca Nacional de Francia), el número es el 616. Pero fue el 666 el que finalmente quedó como número definitivo. El Anticristo, como dictador mundial en el fin de los tiempos, impondría esta marca del 666 (posiblemente un chip, se piensa en la actualidad) en la mano derecha o la frente de los seres humanos, estableciendo un régimen político tan férreo que “la ley marcial parecería la anarquía”, como se dice en el filme
El candidato manchuriano, de 1962. Empero, también en los Papiros de Oxirrinco (textos en latín de los siglos I al VI, la mayor parte de los cuales se encuentra en el Ashmolean Museum of Art and Archaeology de la Universidad de Oxford) se refrenda que el número original en el escrito de Juan era el 616, como se lee en el papiro 115, que es el manuscrito más antiguo que se conoce (mediados del siglo III) con un fragmento del
Libro de la Revelaciones en griego. Como curiosidad, también encontramos el número 615.
Seguimos un documento contemporáneo que habla de la existencia previa del 616 e informa la versión latina del
Commentarium in Apocalypsis, escrita por el hereje donatista Ticonio Afro, y San Ireneo de Lyon, que vivió entre el siglo II y el III y es autor de la obra
Contra las herejías, si bien Ireneo se decanta por el 666: «El número 6, repetido tres veces, representa la recapitulación de toda la apostasía en el principio, en los tiempos intermedios y en el final. Así que no sé cómo algunos erróneamente redujeron el número en 50 y llegaron a 616. Pero sospecho de un error por parte de los copistas que tomaron la letra griega común, que significa 60, por iota, es decir, 10» (
Contra Haereses, V).
En efecto, de la lectura y transcripción de estos textos —cronológicamente los más cercanos a la redacción del
Apocalipsis por su autor— se deduce que el verdadero número citado en dicho libro era el 616, lo que lleva a buscar una explicación para su sustitución.
En la Antigüedad, existió la autosugestión de que la aritmética y la geometría revelaban la mente divina a través de simbolismos numéricos: expresión de números y matemáticas por medio de las palabras. Las letras del alfabeto hebreo y griego tienen un valor numeral y en esto se basaban la gematría (alfabeto hebreo) y la isopsefía (alfabeto griego). Una y otra practicaban la suma de los valores numéricos de las letras en una palabra para formar un solo número. El alfabeto árabe tenía los números
Abjad, también llamados
Hisab al-Jummal. La palabra
abjad en sí misma deriva de las primeras cuatro letras (
ABJD) del alfabeto semítico, incluido el arameo, el hebreo, el fenicio y otras escrituras de los idiomas semíticos. Estos alfabetos más antiguos contenían solo 22 letras, deteniéndose en
taw, numéricamente equivalente a 400. El sistema árabe
Abjad continúa en este punto con letras que no se encuentran en otros alfabetos:
thāʾ = 500, etc. Los números
Abjad en árabe son similares a los códigos alfanuméricos anteriores del hebreo (gematría) y griego (isopsefía). A este último aluden las teorías más complejas; a la isopsefía, es decir, la práctica de sumar los valores numéricos de las letras de una palabra para formar una cifra: versión helena de la gematría hebrea que utiliza el alfabeto griego. La palabra, en este caso del 666, sería el nombre del Anticristo, pero no exactamente del Demonio, sin olvidar que éste también ama las matemáticas y es diestro en dicha disciplina.
“Y todo el que niega a Jesús, no procede de Dios, sino que está inspirado por el Anticristo, por el que ustedes oyeron decir que vendría y ya está en el mundo” (1 Juan 4, 3).
Hay que situarse en el contexto histórico: los primeros pasos del cristianismo y las persecuciones a que eran sometidos sus discípulos por parte de los emperadores romanos. Si traducimos del hebreo ‘César de los romanos’ (‘
Qysr rwmyn’), la gematría arrojaría el número 666; pero si traducimos ‘César de Roma’ (‘
Qysr Rwm’), el resultado es 616. Además, en la numeración latina el 666 se escribe DCLXVI, considerado un acrónimo de
Domitius Caesar Legatos Xti Violenter Interfecit, o sea, ‘El césar Domicio mató vilmente a los enviados de Cristo’. No está claro a quién hace alusión el nombre Domicio; lo más obvio sería Domiciano, un emperador que se distinguió por el acoso a los cristianos, pero la mayoría de los intérpretes se inclinan más bien por Nerón, otro que también se esforzó en ello y que se llamaba Domicio antes de ser adoptado por Claudio. De hecho, en la gematría, la suma de los caracteres hebreos
Nero Caesar da 666. En latín es frecuente sintetizar las expresiones, y cuando el resumen del nombre del emperador —
Nro— se pasa al hebreo (
NRON QSR), da 616. La variante 616 puede explicarse fácilmente, e incluso podría ser la lectura más antigua u original de
Apocalipsis 13:18, ya que la letra final
nun no es necesaria en la ortografía hebrea de Nerón. Por lo tanto, NRO QSR sería 50+200+6+100+60+200 = 616. Si esta fuera de hecho la lectura original, es fácil ver cómo el texto de
Apocalipsis 13:8 habría sido cambiado a 666 debido a su valor más altamente simbólico, ya que 6 representa falta o incompletitud, en contraste con el número 7 que representa completitud; así el triple 666 representa el mal más claramente que 616.
Datar la redacción del
Apocalipsis, que a priori podría ser una pista para saber a quién se refiere, no aclara mucho. Unos dicen que es posterior al suicidio de Nerón en el 68 d.C. y anterior a la destrucción del Templo, que tuvo lugar dos años después. Otros lo sitúan en la parte final de la etapa de Domiciano, entre el 95 y el 96 d.C. Hay quien da una vuelta de tuerca al asunto al sugerir una identificación entre los dos césares en la mente de los cristianos perseguidos. Y luego está la leyenda, muy difundida en las provincias orientales, y recogida por Suetonio, de que Nerón no habría muerto en realidad y regresaría; es más, se sabe que hubo tres impostores que se auto presentaron como
Nerus redivivus.
Peter Gilmore (2005), Sumo Sacerdote de la Iglesia de Satán, con sede en Nueva York, dijo: "Al utilizar el 666, estamos utilizando algo que los cristianos temen. Pero ojo, si cambian al 616 como el número de la bestia, entonces empezaremos a utilizarlo".
Nos basamos en la argumentación de Antonio Piñero. Para la cita del
Apocalipsis sobre la marca de la Bestia, en algunas traducciones, se usa el término griego
charagma, normalmente aplicado a monedas, documentos y al sello imperial con que se rubricaban éstos. Como quiera que uno y otras llevaban la faz del césar, ésta era omnipresente, lo que debía resultar doblemente ominoso para sus perseguidos porque tampoco podían evitar su uso. Únicamente en el año 66, durante la primera rebelión contra Roma, los judíos acuñaron su propio dinero; gobernaba Nerón y, como decíamos antes, fue aproximadamente la época en que un infundido llamado Juan el presbítero o el Anciano o Juan de Patmos o el
Apokaleta (que no fue San Juan el evangelista) escribió esta obra.
El
Sunan Ibn Mājah, una de las seis principales colecciones de hadices sunitas (
Kutub al-Sittah), escrita por Ibn Mājah (824 d. C.-887 d. C.), contiene 4.341 hadices en 32 libros divididos en 1.500 capítulos, aunque unas 20 de las tradiciones que incluye fueron declaradas posteriormente falsificadas. Los hadices son una forma de tradición oral islámica que recoge las supuestas palabras, acciones y aprobaciones silenciosas del profeta Mahoma. Cada hadiz está asociado con una cadena de narradores o linaje de personas que supuestamente escucharon y repitieron el hadiz, de donde aparentemente se puede rastrear su fuente. Allí se dice: “El Mensajero de Allah —la paz sea con él— afirmó: El Anticristo surgirá en una tierra en el este llamada Khorasan, y será seguido por personas con rostros como escudos martillados” (
Sunan Ibn Majah 4072, Libro 36, Hadiz 147).
También se ha apuntado a Mahoma como designatario del número porque el papa Inocencio III le llamó Anticristo. No obstante, para que sus letras sumaran 666 fue necesario traducir el nombre al griego como
Maometis, versión que nunca se había utilizado y que casi todos rechazan, aparte de que ese pontífice fue el único que definió así al Profeta. Mientras que, para Lutero, Calvino y los demás protestantes, el Anticristo era la propia Iglesia Católica o su representante, el Papa.
Ellen Gould White (1827-1915), líder de la Iglesia Adventista del Séptimo Día (comunidad religiosa
assez dément), cimentó esa tesis en el siglo XIX en fullerías sobre la
Donatio Constantini, decreto imperial apócrifo según el cual el emperador Constantino donó el Imperio Romano de Occidente (“Patrimonio de san Pedro”) al papa Silvestre I, que asumió el título de
Vicarivs filii dei, revelándonos la isopsefía de esta denominación que la suma de sus letras da 666. En realidad, el título adoptado era
Vicarius Christi y los valores que otorgó a las letras estaban manipulados, pero no hay que tomar a esta mujer muy en serio, ya que sus opositores dentro de su cuadrilla, que la consideraban una falsa profetisa, sacaron exactamente la misma cuenta de su nombre.