Luis Miguel Morales
Vivimos en una época donde ya es noticia cuando alguien da los buenos días, da las gracias o ya tan siquiera un cargo público tenga sentido común. No hablo ya de educación, hablo sencillamente de saber estar. Me reitero que es lo más complicado en esta vida. Estar a la altura de las circunstancias no resulta ser tan fácil para los que deben dar ejemplo y acreditar su puesto con la prudencia y la discreción que se requiere.
Cualidades esenciales que nos marcan en esas premisas básicas. La vergüenza ajena llegó otra vez de la Policía Local, me explico, de los mandos mejor dicho. Dos semanas de “lamentable imagen que se está proyectando de este servicio municipal”, palabras de su concejal. Lo dice ella y lo pensamos todos. Su cúpula, al parecer, necesita conocer de la posición que ocupa. Ejemplos sonados han tenido para aprenderlo ya. Siguen sin hacerlo.
Con un expediente bajo el brazo e intentando no hacerse daño en las costillas dañadas tras el accidente doméstico que le valió la baja, con su perfil pérfido vaciado tras el dislate, debió, ahora sí, y obligado, a salir a la opinión pública -no en una cuenta de Facebook- a pedir perdón. ¿Pero a quién se lo pidió? ¿A la concejal? ¿A El Puerto? ¿A los policías? No me terminó de quedar claro esa explicación-justificación. Es el relato infantil aplicado a la metedura de pata para acto seguido pedir perdón. Y encima molesto por las críticas. Ah, y también acusado de “incitación al odio”. Pequeños detalles a decir.
Lastimosamente es un colectivo donde cíclicamente alardea sin miramientos sus enfrentamientos, sus miserias y sus diferencias internas, otra vez nos recuerda de aquello de poner a un zorro a cuidar gallinas suele salir rana. En la paz buscada, el relevo resultó ser más accidental aún. A los cinco días ya acusó de sufrir “acoso laboral”, dándose de baja días después. Sí, eso está ocurriendo en plena campaña veraniega en la que la seguridad es el principal reclamo.
Y es que como buena concejal de Seguridad, hay que recibir una considerable ración de verborrea. También saber estar es que tanto Germán Beardo como Marina Peris sepan cerrar urgentemente esta crisis sin titubeos y sin tibieza. Ya tardan en dar carpetazo a este bochorno.
Lástima que en las grietas de la zona noble destacó la polémica y faltó la unión de reclamar con ahínco unas mejores instalaciones y unas buenas condiciones para una plantilla profesional y responsable, perdiendo la credibilidad al hacer política desde un despacho policial. El problema ha sido el cargo o la carga, pero episodios siempre ha habido.
En la memoria, las protestas frente al Ayuntamiento del Polvorista con ataúd incluido por Carlos Montero o el escrache a Moresco, récord en multas en un día... Podría decir algunos más. Por decoro me los guardo.
El saber estar también ha tenido episodios políticos a lamentar en los últimos tiempos. Un alcalde que prefirió no trabajar pero sí seguir cobrando porque “se quería preparar para unas elecciones” que terminaría perdiendo. ¿Su premio? Repartir mascarillas desde un despacho en Diputación y mirar por nuestros intereses en Bienestar Social para que a los gaditanos no nos falte de nada.
Lo dicho, el saber estar, lo más complicado del mundo. Aquí no dimite ni el Tato.
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