Educar para el futuro

Confundir el respeto con la buena educación

Es curioso descubrir que la situación principal por la cual se suelen disgustar los “ofendiditos” sea cuando lo que dicen o hacen los demás no cuadra

Publicado: 10/01/2020 ·
11:37
· Actualizado: 10/01/2020 · 11:39
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Autor

Antonio Monclova

Antonio Monclova es biólogo, doctor en prehistoria y paleontología, master en arqueología y patrimonio

Educar para el futuro

Análisis, crítica y reflexión sobre las necesidades pedagógicas de la sociedad para difundir el conocimiento y la cultura

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En principio es cierto que todos tenemos derecho a decir y hacer lo que nos venga en gana, aún a riesgo de ser unos maleducados o cometer ilegalidades. Pero es evidente que el hecho de que podamos hacer o decir algo no significa que no tenga importancia, porque por el lado más corto nos podremos ver obligados a pedir disculpas o incluso ante la posibilidad de tener que afrontar las consecuencias legales de nuestra actuación.

La mayoría de nosotros lo sabemos y solemos valorar se antemano que hacer o que decir, pero por desgracia son cada vez más las personas que creen que las mencionadas consecuencias deberían aplicarse a situaciones en las cuales la lógica más elemental las desaconsejaría. Hay mucha gente que se siente ofendida o insultada por auténticas tonterías, que se queja amargamente, que insulta en las redes sociales e incluso que se ampara en ello para poner denuncias ante la justicia.

Es curioso descubrir que la situación principal por la cual se suelen disgustar los “ofendiditos” sea cuando lo que dicen o hacen los demás no cuadra con su manera de pensar y con sus opiniones.

Pero si cabe, es aún más triste que tales situaciones les parezcan además una falta de respeto (no una simple discrepancia), apelando descaradamente a que todos merecemos el respeto de los demás y creyéndose además con el derecho a exigirlo hasta el extremo de que los demás no puedan decir o hacer ciertas para que no les ofendan.

Cuando se entabla una conversación sobre cualquier tema – y no digamos cuando se discute – es cada vez más frecuente oír frases tales como “debes respetar lo que digo (mi opinión) porque es tan respetable como lo que dices tú (tu opinión)” o  “todos merecemos el mismo respeto”. Estas expresiones además de estar demasiado manidas no significan ni desde lejos lo que pretenden, porque parten de una enorme confusión.

Resulta que al definir el significado de la palabra respeto suele cometerse un tremendo error y no cabe duda de que las definiciones importan mucho, sobre todo cuando sobre su significado pivotan cuestiones tan importantes como la capacidad de dialogar con libertad como base de la convivencia humana.

El respeto pierde su sentido si se reparte aleatoriamente y aunque pueda parecer una barbaridad lo cierto es que el respeto se debe limitar a la gente que, por algún motivo, merezca ser respetada; otra cosa es decir que se debe mostrar educación para con las demás personas.

No es lo mismo respetar a una persona que tratarla con educación, como no es igual mostrarle respeto a alguien que a lo que diga o haga. Esta sutil diferencia causa graves malentendidos a la hora de interpretar el respeto hacia los demás y hacia uno mismo, fomentando el sentimiento de ofensa ante la imposibilidad de que el otro esté de acuerdo con lo que hacemos y decimos.

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