Alejandro Merello
Déjenme que esta semana me “aventure” un poco por los extramuros de la localidad y es que poco se cuece en su interior. Nos distraen con el opio popular, fruto de un sueño particular, con la esperanza de calmar el desasosiego público del que no conseguimos salir. Y es que el espectáculo de estos días se ha centrado en el Congreso de los Diputados, donde amigos, antaño enemigos, se abrazan.
Y es que nos vendieron con vehemencia las bondades del fin del bipartidismo, la entrada de “nuevos aires” en la política diaria. Francamente, nos hicieron dudar hasta a los más asentados en el convencimiento de que política era sinónimo de servicio público. Nada más lejos de la realidad. La entrada de esa “nueva política” nos ha rescatado regímenes ya caducos, cuya representación ostentan personajes poco fiables; ha dado paso a cánticos y proclamas ya olvidadas.
La división que venían a romper los contrarios al bipartidismo, nos vuelve a dividir entre rojos y azules. Así que nos encontramos, otra vez, de vuelta al “¿qué hay de lo mío?”. Lo que pasa es que ahora el repartidor de las prebendas no es el señor marqués, sino el señor Sánchez Castejón. Y lo que en algunos casos nos parece un burdo chantaje – me refiero a ERC, PNV o BILDU-, en otros nos resulta simpático ¡Ah!, ¿qué no?, ¿y qué me dicen del señor de Teruel?
Todos sonreíamos con la anécdota de este señor, que “se cuela” en el hemiciclo del parlamento… y resulta que este señor viene, exclusivamente, a por lo suyo ¿Acaso no tiene representación ya en él Teruel? ¿Qué pasa con los diputados de PSOE y PP de Teruel? ¿Con los de VOX, Podemos o con los de Ciudadanos?... A esos no tienen.
¿No están de acuerdo conmigo en que la representación en el Parlamento no puede caer en manos de representantes con limitaciones geográficas? Puede que este tipo de partidos, exclusivamente ligados a defender los intereses de territorios infra nacionales, sea el Senado… tal vez así, le encontremos sentido a esa cámara. En fin, dudo que se pongan de acuerdo para legislar la salida del Congreso de los Diputados de estos partidos, permítanme recalcar la obviedad: cuyo único interés en obtener escaño es particular.
Definitivamente, la ruptura del bipartidismos ha venido a recalcar, aún más si cabe, que la política se está tornando un ejercicio egoísta en pos de un beneficio particular. En el mejor de los casos, en el beneficio de un grupo sobre la mayoría, al que el servicio público y la generalidad les importan, “francamente, querida”, un comino.
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